Cuando en el cine de tu pueblo
pasaban películas soviéticas
o de alguno de esos países
que quedaban
en el lado oriental del frío,
te imaginabas a tu novia
muy abrigada,
esperándote
en una ciudad desconocida.
Recostado
en el tedio del verano,
cerrabas los ojos
y la veías posar para ti
en una plaza desierta.
Ayer,
cuando le pediste a Diana
que no se moviera,
no fuiste capaz de reconocer
tus verdaderas intenciones.
Luego, al calor de un whisky
en un restaurante sureño,
ella te pidió que dejaras
de mirar fotos
y le hicieras caso.
Apagaste la pantalla,
le diste un beso
y hablaste de otra cosa.
Es una historia larga
y difícil de explicar.
Tuvo que desaparecer
el lado oriental del frío
para que pudieras
hacer realidad tu sueño.
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