“Soy el remedio sin receta y tu amor mi enfermedad”.
Andrés Calamaro
He descubierto que estoy gravemente enfermo. Diana Sarlabous también lo está. Aunque ya éramos portadores del virus cuando nos conocimos, lo desarrollamos juntos. La noche que llegamos juntos a lo alto de esta montaña oscura y nos reconocimos a la luz de un Jeep, supimos que no tendríamos cura.
A casi mil metros sobre el nivel del mar, entre pinos, pendas y guamas, admitimos que seríamos incapaces de recuperarnos. Por los días en que conocí a Diana, ella leía de manera compulsiva a Erich Fromm, el psicoterapeuta y filósofo judío alemán.
Fue justamente Fromm quien le puso nombre a nuestra patología. Luego, el entomólogo y biólogo norteamericano Edward Osborne Wilson, la describió con lujo de detalles. Poco a poco, fuimos detectando cada síntoma. Empezamos por sentarnos a escuchar la música que toca el viento en las ramas más altas.
Luego nos dio por vagar en cualquier dirección, bajo los pinos, bordeando las cañadas, descubriendo los senderos que hacen las reses cuando cruzan de una loma a la otra, esperando a que desaparezca la última luz del día frente al cañón que trazó el Yaque del Norte.
Se ha demostrado que un día en el bosque reduce considerablemente el cortisol y adrenalina, las hormonas del estrés. Eso explica por qué podemos sentarnos a mirar la cima del Mogote durante horas. Tenemos dos panales y el año que viene cosecharemos 800 matas de café.
Aunque a veces todo lo que hacemos es no hacer nada, disfruto mucho salir con mi alicante de cercados a revisar los alambres y poner las grampas que faltan. Mi enfermedad, según he leído, se llama biofilia. Estoy feliz de que no tenga cura y de que Diana esté tan contagiada como yo.
Gravemente enfermos, bajo el bosque, en lo alto de la montaña que en cuestión de minutos estará totalmente oscura.
No hay comentarios:
Publicar un comentario