Diana Sarlabous en la cocina de Máximo y Manana, en Montecristi. |
Contigo en la noche antigua de Santo Domingo,
besándonos por primera vez
entre viejos rones y árboles dormidos.
Contigo en La Habana mortecina y silente,
en el andén de una estación
de la que ya no podrá salir nadie.
Contigo por el mapa de mi provincia,
tratando de señalarte
todo lo que se ha borrado,
cada palabra de ese paisaje
lleno de familias ausentes
y pueblos extintos.
Contigo en el lugar
en que te separaste de tu infancia,
allí,
donde el olor a creosota
de la línea del tren
es el único recuerdo que te queda.
Contigo de regreso del mar,
mientras cruzamos un puente
que llegó a parecernos interminable.
Contigo en el amanecer del Cibao,
tendiendo nuestros dolores
al sol
que va de mayo a junio.
Contigo atando razones en una manta,
esperando a que se escuche,
entre los árboles, la música de Dios.
No me imagino nada si no es contigo.
Cada cosa que haces,
con tus manos pequeñas y torpes,
es todo lo que sé del amor.
Contigo, Diana Sarlabous,
es que por fin
pude llamarme como me llamo.
1 comentario:
Foto y texto es exquisito, yo que he andado las sendas del des-amor cuando les miro creo nada está perdido.
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