Al
principio me pareció terrible que las tiendas de discos empezaran a desaparecer.
El exilio está lleno de cosas tristes, pero uno de mis recuerdos más alegres
que tengo del momento en que abandoné Cuba, fue el descubrimiento de Musicalia,
la gran tienda de discos de Santo Domingo.
Los
días 15 y 30, pasaba por Musicalia a comprarme un disco caro, uno barato y uno
de oferta (Ahora caigo en cuenta de que, inconscientemente, repliqué el modelo
de los tres juguetes: el básico, el no básico y el dirigido. Solo que en el
socialismo me tocaba una vez al año y en el capitalismo, dos al mes).
Poco
a poco, en la medida en que Musicalia se hacía más pequeña, mi iTunes crecía. Llegó
el día en que ya dejé de usar los CDs (mi iBook y mi Jeep ya no tienen dónde
reproducirlos). Todo mi ecosistema sonoro de pronto se convirtió en algo intangible,
que solo podía verse a través de una pantalla.
Ahora,
mientras andaba por Google Earth, buscando una rara estación cuya foto han
subido en la página de Trenes de Cuba,
recibí la alerta de que se me estaba descargado Salvavidas de hielo, el nuevo disco de Jorge Drexler. Una a una,
las canciones fueron cayendo en mi disco duro.
Vengo
de pasar la noche vigilando a un ciclón, estoy todavía en cama, saboreando el
primer Bustelo del día y empiezo a oír "Movimiento", la genial
canción con la que empieza el álbum. Los golpes de varias manos sobre varias
guitarras me sacan de Alquízar, el punto de la Línea Oeste que sobrevolaba.
Entonces
pensé que la vida moderna no es tan mala como uno a veces se imagina, que solo
hay que aprender a convivir con ella de una manera responsable, como algunos
tratamos de hacer con la naturaleza. Como Diana se está bañando y el ruido del
agua al caer no la deja oírme, comparto esa idea con ustedes primero.
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