27 septiembre 2017

De Casablanca a Hershey

Cuando el viejo tren le da la espalda
a la bahía y se deshace de los portales,
recupera su instinto animal.
Mientras olfatea el rastro de la línea
bajo la yerba, avanza
lo más rápido que puede,
tratando de llegar cuanto antes
a los antiguos cañaverales.

Cuando ya no puede más,
el viejo tren se echa a descansar
frente a un cementerio abandonado.
Nada más se mueve en el holgado valle.
Hasta el cansado vagón parece un fantasma
(uno de los tantos que la República
dejó a su suerte la madruga
en que abandonó a la isla).

Mientras olfatea el rastro de la línea
bajo la hierba, avanza
lo más rápido que puede,
como si quisiera llegar cuanto antes
al día en que por fin
lo dejen descansar en paz,
frente a un cementerio abandonado.

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