En los años sesenta del siglo
pasado, Ernesto Guevara propuso que la revolución cubana pariera un hombre
nuevo. Según el guerrillero argentino, la arcilla fundamental del régimen que
ellos habían instaurado era la juventud: “en ella depositamos nuestra esperanza
y la preparamos para tomar de nuestras manos la bandera”.
Elías Argudin Sánchez, el
periodista de Tribuna de La Habana que
llamó negro al presidente norteamericano Barack Omaba, es un perfecto hombre
nuevo. Mientras el Che escribía de la ternura con una mano, dirigía un pelotón
de fusilamiento con la otra. Elías pide disculpas insultando.
Supe del artículo de Elías por un
post en Facebook de Víctor Fowler Calzada: “Por largo rato quedará, para
vergüenza del periodismo contemporáneo en Cuba, el comentario titulado 'Negro,
¿tú eres sueco?', aparecido en la edición electrónica del diario Tribuna de La Habana…”.
Aunque la columna fue retirada y
su autor forzado a publicar una excusa, advierte que hay “sangre de por medio”.
Sus palabras recuerdan otra frase de Guevara a propósito del hombre que
necesitaba Cuba para construir su futuro: “Nuestra libertad y su sostén cotidiano
tienen color de sangre”.
En 2016, Cuba es un país
inmovilizado con una nación en ruinas. Alrededor del mausoleo con los restos de
Ernesto Guevara, en Santa Clara, crece un barrio marginal. Esa metáfora basta
para relatar el fracaso de la utopía. Sus compañeros de lucha que aún viven,
tienen más de 80 años y no se han atrevido a pasar la bandera.
El hombre nuevo resultó ser un
tipo enajenado como Elías, que insiste en quedarse a vivir en el pasado. Por
eso no es capaz de entender que el mundo cambió, que ahora el joven presidente
de Estados Unidos es más revolucionario y progresista que los ancianos
reaccionarios que gobiernan su país desde 1959.
Elías fue hecho de arcilla, por
eso no toleró el aguacero que llegó a Cuba con Obama. Cuando escampó se vio sin
esperanza.
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