La Jiribilla ha sido, en los últimos
años, la más constante publicación digital sobre cultura hecha en Cuba. Aunque
es desaforadamente oficial y, como todo lo que se publica dentro del régimen,
unipartidaria, forma parte de mi rutina semanal de lecturas cubanas (que va
desde el museable Granma hasta el
indescriptible 5 de Septiembre, el
periódico de mi provincia).
El
más reciente número de La Jiribilla
comienza con el dossier El peso de una
isla en el amor de su pueblo, donde se le hacen tres preguntas a once intelectuales
cubanos: Roberto Fernández Retamar, Fernando Martínez Heredia, Aurelio Alonso,
Silvio Rodríguez, Nancy Morejón, Fernando Pérez, Oscar Zanetti, Eduardo Heras
León, Isidro Rolando, Arturo Arango, Juan Carlos Cremata.
A
pesar de que la revolución triunfó hace ya casi 60 años, solo se invitó a un
creador nacido después de enero de 1959 (Juan Carlos Cremata, 1961). Eso no es
lo peor. Entre los creadores solo hay tres (El propio Cremata, Fernando Pérez y
Arturo Arango) que se mantienen produciendo obras que convidan a pensar, de alguna
manera, en el futuro de Cuba.
Entonces
uno se pregunta cuál fue el criterio de los editores para seleccionar a los once
que debían confesar sus aspiraciones en la venidera vida en Cuba. La única
respuesta posible es que, para ellos, como para los que encabezan al régimen,
Cuba es un país para viejos. Por eso los jóvenes solo piesan en largarse y las
madres, aun cuando tiene la garantía de que solo 4.2 de cada mil nacidos no sobrevivirán, prefieren abstenerse de parirle un corazón a esa era.
Recomiendo
la lectura del dossier de La Jiribilla.
Es una excelente explicación de por qué
en Cuba aún los dinosaurios no han desaparecido.
2 comentarios:
exelente
Con o sin dinosaurios, quiero ir a Cuba algún día. Quiero conocer tu patria, poeta.
Publicar un comentario