Las
historia de la música bailable en el siglo XX cubano se puede contar a través
de cuatro agrupaciones: el Conjunto de Arsenio Rodríguez, la Orquesta Aragón,
la Banda Gigante de Beny Moré y los Van Van. Hay muchísimas más, decenas de
ellas extraordinarias, pero esas cuatro alcanzan para resumir nuestra identidad
sonora.
Dentro
de esas formaciones, a su vez, aparecen algunos nombres de los que no podemos
prescindir: Lily Martínez Griñán, Miguelito Cuní, Félix Chapotin, Rubén González,
Chano Pozo, Machito, Rafael Lay, Richard Egües, Generoso Jiménez, Chocolate
Armenteros, Changuito, Pupi Barroso y El Tosco.
Ayer,
en La Habana, murió Juan Formell, el artífice de los Van Van. Tenía 71 años y
el hígado destrozado. Nadie como él hizo bailar a los cubanos en los últimos 40
años. Ninguna otra agrupación ni intérprete de la Isla consiguió éxitos tan
rotundos ni una permanencia tan larga.
Los
70, 80, 90 y el nuevo milenio cubano tienen a Van Van en el corazón de su banda
sonora. Década tras década, la charanga de Formell puso a disposición de los
bailadores la cadencia que preferían seguir sus pies: “Marilú” “El guararey de
Pastorita”, “Chirrín Chirrán”, “El Buey Cansao”, “Por encima del nivel”, “La
Habana no aguanta más”, “Muévete” y “El negro está cocinando”, entre muchas,
muchísimas otras.
Para
nadie es un secreto que en Cuba tendrán que cambiar muchas cosas en el futuro
inmediato. El país está en ruinas y es insostenible. En algunas de las letras
de los Van Van se pueden encontrar las claves de cómo se llegó a ese punto.
Sea cual sea la nación que construyan los cubanos en el futuro, por más que pasen los años, la música de Juan Formell seguirá ahí, ahí, así, que sí.
Sea cual sea la nación que construyan los cubanos en el futuro, por más que pasen los años, la música de Juan Formell seguirá ahí, ahí, así, que sí.
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