Mariela
Castro es la hija de un dictador. Ella significa para los cubanos lo mismo que
Angelita Trujillo para los dominicanos. Sin embargo, en República Dominicana se
le recibe como una luchadora por los derechos de los reprimidos, justo a ella,
heredera de la familia que más reprime en el Caribe actual.
Hace
apenas una semana, Pablo Milanés ofreció un concierto memorable en la Feria del
Libro de Santo Domingo. Asistí junto a Diana, Alejandro y Marianela. Muchas
canciones hicieron que nos abrazáramos y que gritáramos frases de felicidad y
orgullo.
Más
de una vez lloramos. Aunque era una actuación en vivo, por momentos creí estar
viendo una película donde se escuchaba la banda sonora de nuestras vidas.
Cuando salíamos del teatro, tropezamos con Mariela Castro y su séquito.
Entonces algo se volvió a retorcer dentro de mí.
Acompañaban
a Mariela algunos personajillos de la izquierda más caricaturesca y Juan
Astiasarán Ceballo, el embajador de Cuba en República Dominicana, quien ha
protagonizado ya varios incidentes donde ha sacado a relucir su vocación para
la intolerancia y la represión. Aún en suelo ajeno, sin el más mínimo pudor, se
comporta como un típico esbirro.
Luego,
caminando por la Feria, descubrí que Mariela Castro tenía un stand. La hija del vecino dictador puede darse un
lujo que para los gays y las lesbianas dominicanas esta vedado: tener un
espacio propio dentro del recinto ferial.
De
Santo Domingo, Mariela se fue a Varadero, a la VI Conferencia Regional de la
Asociación Internacional de Lesbianas, Gays, Bisexuales, Trans e Intersex para
América Latina y el Caribe (ILGALAC), donde encabezó una marcha junto al Che
Guevara de los gays.
Pero
ese frívolo homenaje al gran homofóbico que fue Ernesto Guevara no es lo más
incomprensible de la ILGALAC. Hay algo peor aún: la declaración final. En un
país donde se va a la cárcel por pensar diferente, donde los opositores son
perseguidos brutalmente y donde está prohibido hasta el acceso libre a
Internet, los gays y las lesbianas —según Mariela— se desvelan por otras cosas.
A la
ILGALAC lo que realmente le preocupa es el fin del embargo a Cuba, la
liberación de los tres espías presos en Estados Unidos y el respaldo al gobierno
de Nicolás Maduro en Venezuela. El cinismo tiene muchas formas de expresión,
pero en la Cuba del tío y el padre de Mariela ha llegado al extremo de
representarse a través de un arcoíris.
Es
la hija de un dictador, pero se le recibe como una luchadora por los derechos
de los reprimidos… ¡justo a ella!
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