15 mayo 2014

Salmonalipsis Now

De niño tuve muchos libros. Cuando mi madre salía de su trabajo, en la estación de ferrocarril de Cienfuegos Carga, pasaba por la librería Dionisio San Román. A menudo me compraba algo para no llegar a casa con las manos vacías.
Recuerdo que uno de aquellos libros relataba cosas asombrosas en la vida de los animales. Gracias a él supe de los salmones. En una de las ilustraciones se les veía saltar con temeridad sobre las rocas, río arriba, en busca del último amor de sus vidas.
Aquel libro marcó mi infancia. Ya en el exilio, uno de los primeros discos que me compré fue El salmón, de Andrés Calamaro. Desde entonces llevo conmigo estos dos versos: “Siempre seguí la misma dirección/ la difícil, la que usa el salmón”.
Soy un campesino del Paradero de Camarones, un lugar donde los peces más grandes son las biajacas, que llegan con los aguaceros de mayo y se esfumaban en cuanto empieza la seca. Por eso veo al salmón como una figura mitológica y leo todo lo que encuentro sobre él.
Hoy, caminando por Facebook, me encontré con este post de Ileana Medina Hernández, una pinareña que vive en Santa Cruz de Tenerife. No tiene título, por eso le presté el de la antología que resume el célebre disco de Calamaro:

“La industria del salmón:
Los salmones nacen en una bolsa de plástico. Se crían en tanques. Luego van por una tubería hasta el mar abierto, donde se juntan con los salmones salvajes.
Allí viven su adultez. Luego se pescan y se venden todos como salmones salvajes.
Nada los diferencia. El mismo aspecto, la misma conducta, hasta las mismas "propiedades organolépticas".
Hacen la misma vida los salmones criados que los salmones salvajes. Nadie puede distinguirlos.
Solo hay una sutil diferencia: a la hora de reproducirse, los salmones criados no saben, no pueden, no quieren”.
                                                                                                       Ileana Hernández Medina

1 comentario:

Ileana Medina dijo...

Jajaja!!!!
Vaya, es un honor que me cites con mi #filosofiadefeisbu :-)

El salmón es una gran metáfora: si quieres trascender, tienes que ir río arriba!

Un abrazo, Camilo.