Nunca viajé por el ramal Trinidad, las historias que sé de él me
las contaron los ferroviarios de Cienfuegos y mi abuela Atlántida. Cada vez que
alguien iba a decir algo sobre aquellos 90 kilómetros de vía férrea, primero
ponía cara de asombro. Solo entonces se estaba listo para describir aquel
trayecto por montañas y precipicios.
—Si te lo comes todo, iremos a conocer el puente sobre el río
Agabama —prometía mi abuela cuando yo le ofrecía resistencia a un plato de
chícharos.
Fue en 1914, justo el año en que nació Altántida, que el
presidente Mario García Menocal (bisabuelo de Mario Dávalos, mi hermano
dominicano) aprobó que la Cuban Railroad Company llevara el camino de hierro
hasta el Valle de los Ingenios, Trinidad y el puerto de Casilda.
En 1919 por fin se concluyó el puente sobre el río Agabama. Con
sus 250 metros de longitud, se convirtió en el más largo de Cuba y uno de los
mayores de América Latina. Gracias a esa enorme estructura de hierro y madera,
los trenes de viajeros y carga pudieron trepar por las lomas del Escambray.
Todo duró hasta el 2 de junio de 1988, en que un súbito temporal
provocó una crecida sin precedentes del río Agabama. El puente fue perfecto
hasta en su caída. Sonó como un barco y se fue a navegar por las aguas revueltas
de un país que también se hundía.
Mi tío Aldo Yero aún asegura que los trenes de miel de purga, con
20 piezas sin contar la máquina y el caboose, cabían completos encima del
puente. Una de las pocas cosas felices que mi abuela recordaba de su infancia,
era cuando sacaba la cabeza por la ventanilla y miraba hacia aquellos 52 metros
de vacío.
He leído en la prensa cubana que aún no se ha encontrado la forma
de reconstruir el puente. Es comprensible. Un siglo atrás, Cuba era mucho más
emprendedora y soñadora. Por eso a veces se lograban cosas que ahora resultan increíbles.
Hoy, el esplendor del país solo se ve en viejas
fotos del archivo, como esta, donde un tren hace con total normalidad un
trayecto que para las nuevas generaciones de cubanos es desconocido, poco más
que imposible.
6 comentarios:
"Un siglo atrás, Cuba era mucho más emprendedora y soñadora."
Hoy el sueño es irse, o en su efecto montar un puesto de fritangas. Y los rios que los crucen a nado, si acaso. :)
Que desapareció del mapa en el 89, para desgracia de los viajeros que admirábamos aquella vía llena de paisajes.
Caramba, extrañaba al Fogonero. Su tren debe pasar más a menudo.
Camilo gracias por este post; si no es mucho pedirte escribe al menos dos veces a la semana porque uno pasa por el Fogonero buscando fogonazos y si no encuentra nada nuevo sale cabizbajo; yo me lo he leido completico y aunque a veces releo cosas que me gustan mucho siempre quiero encontrar cositas nuevas. Dale niñito lindo complace a esta cienfueguera que te manda un beso grande desde la helada Suiza,,,
Ya ni jutías congas hay... arrasaron con toooodo y más allá. Pobrecita de Cuba, sus campos y ruinas... LEMIS.-
El comentario es real, pero la ilustración no es del gran puente que el autor menciona sobre el Agabama, llamado "Las Mariquitas" y que en verdad se desplomó en 1988. Aunque era el más largo y el más alto del trayecto, no era el único sobre el río Agabama, cuyos meandros iba sorteando la vía férrea desde que se internaba en la sierra. El puente que aparece en la foto, sobre el río Táyaba, en las afueras de Trinidad, sigue estando en pie y todavía lo recorre un tren que va desde la estación de Trinidad hasta el Valle de los Ingenios.
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