15 enero 2013

Los cubanos solo quieren irse


Lo he contado muchas veces, pero nunca he logrado describir con exactitud todo lo que me pasaba por la cabeza. La primera vez que salí de Cuba fue en el verano de 1993. Mi hija apenas tenía un mes de nacida y mi padre acababa de morir.
Me tocó conocer a esas tres cosas al mismo tiempo: la vida, la muerte y el mundo. Tuve la fortuna de tener dos compañeros de viaje excepcionales: Fina García Marruz y Cintio Vitier. Fue el propio Cintio quien se ocupó de presentarme cada detalle del exterior.
Cuando llegamos a la raya roja del aeropuerto José Martí, me pidió que la saltara: “Nunca pises el fin de Cuba”, me dijo burlón, apurándose un tabaco (en ese entonces aún se podía fumar en las salas de espera). Luego, en el avión, me dio otra lección inolvidable.
La aeromoza de Iberia repartió unas vendas para los ojos y anunció las películas que se proyectarían durante el cruce del océano. “A partir de ahora eres tú el que eliges: ¿la venda o la película?”, me dijo mientras le alcanzaba la venda a Fina, convidándola a dormir.
Al final eso es lo que desean la inmensa mayoría de los cubanos que nunca han viajado: tener la posibilidad de elegir entre una cosa y la otra, sea cual sea. Es cierto que el mundo exterior no es eso que ellos creen que es, pero su país tampoco llegó a ser nunca lo que les prometieron que sería.
Alejo Carpentier aseguró que los habitantes de las islas siempre llevan consigo el deseo de abandonarlas. En los cubanos, que han permanecido encerrados en la suya por más de medio siglo, ese anhelo se ha convertido en una obsesión compulsiva.
Cuando uno solo quiere irse, llegar es lo menos importante. Aunque me costó entenderlo, eso también lo aprendí la primera vez que me fui.

5 comentarios:

Kundejo dijo...

Camilo la primera vez que salí de Cuba. Que fue la primera vez que monté en avión también fue la primera vez que probe un whiskey y una coca-cola de verdad. El whiskey no me gusto, aun no me gusta, incluso los single malts. Termine mezclandolo con la coca-cola y no me pude tomar ni uno ni el otro. A partir de ahi digo que me gusta el ron, no importa de donde pero el bueno. Desafortunadamente hay que salir de Cuba para entender lo que somos, para saber lo bueno y lo malo que tenemos. Pero más importante que nada para estar claro que no somos el ombligo del mundo, sino una nación más dentro de este mundo al cual pertenecemos aunque jamas hayamos visto.

Marvin Jui-Pérez dijo...

Como han cambiado las cosas....ya en Iberia no te dan nada de gratis unicamentte que viajes en primera, eso de los antifaces para dormir, las colchitas y las medias para poderte quitar los zapatos, es cosa del pasado, como tambien la Colonia de Agua Brava que tenian en los lavatorios. Buenisimo el articulo "Los cubanos solo quieren irse"...por cierto los viejitos se parecen a mis abuelos, que su pedacito de tierra que tenian detras de la casita daba directamente a la estacion de trenes que tantos recuerdos te traen. Gracias por estas cosas...me encanta leerlas....Un abrazo.

El Jose dijo...

La venda o la película......... esa es la cuestión......"estelar"!!!!....como siempre. Un abrazo brother.

Anónimo dijo...

BELLISIMO GUAJIRITO LINDO!!!!!!!!!!!!

Deidamia Galán dijo...

Fascinante. Me encantó la cita de Carpentier sobre las islas, totalmente cierto.