(Escrito para la columna Como si fuera sábado de la revista Estilos)
No son tantos los que han mirado al siglo XX con más lucidez y
sarcasmo que Woddy Allen. Gracias a ese ojo despiadado, siempre dispuesto a
reírse hasta de sí mismo, heredamos algunas de las mejores metáforas de la
sociedad norteamericana y, sobre todo, de la ciudad de Nueva York.
No contento con ese poder de síntesis, inalcanzable para la
mayoría de los creadores, Woody hizo las maletas y cruzó el océano. Con el
cambio de siglo, él también cambió de escenario y desde entonces se dedica a
mirar (y filmar) a Europa con ojos de turista.
Es así que hemos tenido la oportunidad de viajar hasta Londres,
París, Barcelona y Roma en unos curiosos asientos de primera: la comodísima
butaca que siempre se agencia el espectador. Woody nos he hecho seguirle, como
una manada de turistas japoneses, por una época que Visconti, Fellini y
Truffaut no alcanzaron a conocer.
Los escenarios de Allen en esas ciudades son los lugares más
comunes que pueda haber en ellas. Jamás descubre nada que ya no conociéramos. Y
es en eso, justamente, que consiste su genialidad. Su cámara padece del mismo
asombro que él y se detiene a observar cada esquina reconocible como si nunca
antes la hubiera visto.
Más allá de las historias, de lo que cuentan y lo que dejan de
contar, la mirada con la que Woody Allen ha encarado este nuevo mundo sirve
para llegar hasta otras latitudes no tan famosas ni manidas. Hace unas semanas,
mientras hablábamos de eso, partimos hacia Montecristi.
Pocas ciudades en República Dominicana tiene una personalidad tan
definida como Montecristi. Ni siquiera la desidia y las innumerables lejanías
han logrado borrar del mapa un lugar que casi nunca aparece en las coordenadas
de los turistas actuales.
Una montaña con silueta de fantasma, unas enormes salinas sin sal
y el trazado de una próspera ciudad en ruinas. Eso es todo. En Montecristi,
como en las películas europeas de Allen, cualquier momento del pasado parece
haber sido más importante que el presente.
La casa donde Máximo Gómez y José Martí manifestaron su decisión
de liberar a Cuba, se ha convertido en un mural donde viejos izquierdistas
cuelgan los recortes de sus antiguas batallas. Las mansiones victorianas se
desvanecen o fosforecen con los horribles colores de los partidos políticos.
El tiempo es lo que menos importa en Montecristi. Es por eso que
el enorme reloj del parque, cual torre Eiffel extraviada en el Trópico, da la
hora que le parece. Si los personajes actuales de Allen solo quieren perder el
tiempo, allí eso es lo único que se puede hacer.
República Dominicana no es un país tan grande y muchas veces
llegamos a creer que ya lo conocemos. Pero basta con cambiar la manera de mirar
las cosas para advertir que podemos volver a encontrarnos con ellas como si
nunca antes las hubiéramos visto.
En el Hotel El Morro traté de hacerle una foto a Diana y, sin
querer, grabé un pequeño video. Son apenas unos segundos de imágenes en
movimiento. El viento ensordecedor hace que el cabello le tape la cara. A lo
lejos, después de lanzarse desde una roca altísima, unos bañistas se hunden en
el mar.
Me he preguntado muchas veces por qué cometí ese error tan
elemental. Cómo es posible que acabara rodando un video si lo que quería era
algo inmóvil. La única respuesta posible es que Woody lo quiso así. Él,
definitivamente, iba con nosotros y ya es sabido que nunca ha soportado que las
cosas se detengan.
6 comentarios:
LASTIMA QUE EN LA REVISTA SALIERA CON UNA FOTOGRAFIA DE OTRO LUGAR AUNQUE ME IMAGINO QUE NO ES CULPA SUYA//// ME GUSTA MUCHO COMO ESCRIBE PORQUE ES DIFERENTE Y LO DICE DE UNA MANERA DIFERENTE Y CAUTIVANTE QUE SIEMPRE ESTREMECE A UNO POR DENTRO/// ME GUSTARIA CONOCERLO/////
Muy bueno el articulo de Montecristy & Woody. Alli tiene su casa/estudio Garcia Cordero atrapado en el tiempo, con vista al Morro. De hecho tenemos un viaje pendiente alla te voy a invitar.
soy una fan tuya y este me gusto mucho es increible como descubres cosas tan lindas en un pueblo tan feo como montecristi que es en realidad muy feo aunque me duela como dominicana decirlo... de que vas a escribir la proxima estilos ya quiero leerlo aunque ahora que decubri el blog voy a disfrutarlo
OYE CHICO PERO DIANA SE HA CONVERTIDO EN TU MEGASUPER MUSA... DICHOSA MUJER, CARAMBA.
Como leo El Fogonero de abajo hacia arriba, desde la esquina doblada de donde lo dejé, me percaté tarde de la moderación por los anónimos. La queja por la foto mala es mía, Hamlet Otáñez .
Hamlet, solo modero los anónimos que contienen, como advierto aquí mismo, difamaciones y obscenidades. No tengo que decirte de dónde provienen esos inútiles y burdos ataques, pero sí me gustaría insistir en que las puertas de El Fogonero y el Paradero de Camarones siempre estarán abiertas para ti. Un abrazo grande.
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