Cuando yo era niño, esa chimenea que hay en el fondo era
enorme. Nunca había visto nada tan alto. Entonces, esa termoeléctrica bastaba
para encender todos los bombillos de 100 watts que tenía mi provincia. Pero no hablo
de eso. Tampoco de las naves que se ven delante, que son parte de unos
astilleros abandonados.
Ni siquiera de la hilera de casas que se pierden de vista
mientras describen algún tipo de ángulo. Eso se debe a que por ahí salían los
trenes, a través de un pasadizo de piedras y basura que hería a Cienfuegos en un
costado. Yo me refiero al pedazo de muro en el que estás sentada, a lo que hay a
tu alrededor.
Eso era un muelle donde los estibadores cargaban las
casillas con la mercancía que llegaba en los barcos. Una vez vi llenar de
juguetes a más de veinte vagones. Venían de Hong Kong (en ese momento Fidel
estaba peleado con China comunista por posiciones encontradas en las guerras de
África).
Justo ahí, donde está ese carro gris (Luis Concepción no se
atreve a asegurarlo, pero cree que es un Chevrolet del 56 o el 57), estaba la
carrilera por donde entraba la locomotora de patio. No sé cuántas horas pasé en
ese muro. Entraban y salían tantos trenes, que para un niño que aún no había
cumplido los 9 años era el mejor lugar del mundo.
He tratado de explicarte varias veces por qué soy como soy.
Se debe a incontables cosas, demasiada gente y muchos lugares. Eso que tienes a
tu alrededor, sobre todo lo que ya no se ve, también me define. Cuesta trabajo
imaginarlo, pero lo esencial sigue ahí. Quizá si consigues recordar el olor,
recuperas el resto.
A veces ni la certeza de que todo está perdido logra
desengañarte.
2 comentarios:
No tienes que explicar por qué eres como eres. Solo trata de seguir siendo.
Ahhh, bonita foto.
No logra desengañarme y menos si estoy contigo.
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