Hacía una mañana espléndida. Salimos de La Habana a la hora
prevista. Lo supimos cuando una valla recién pintada nos dio la bienvenida a la
provincia de Mayabeque. Diana no salía de su asombro. La autopista le parecía
enorme, los campos increíbles, el verde inmenso y el azul indescriptible.
No estaba en condiciones de llevarle la contraria, de manera
que asentí en todo. En el fondo me gustaba que así fuera. Y, en honor a la
verdad, a Cuba ese día se le fue la mano. Todo estaba mucho más lindo que de
costumbre. Ahora no podría decir si eran mis ganas de llegar a Las Villas o todo
lo que provocó en mí el reencuentro con esos paisajes.
El itinerario que nos habíamos propuesto era ir directo
hasta Santa Clara. Allí nos esperaban tío Aldo, Beba, Alahím y Lizandra. El primer
viaje al Paradero de Camarones sería al día siguiente. Pero cuando llegamos al
kilómetro 132 todo cambió. El ranchón Te Quedarás, una silueta lumínica de
Benny Moré y un cartel de “Bienvenidos a Santa Isabel de las Lajas querida” me
pararon en seco.
Estábamos a muy poca distancia de mi lugar en el mundo. Me
era imposible esperar 24 horas más. Torcimos camino y nos perdimos por esa
carreterita que avanza en paralelo a la línea que va de Cruces a Santo Domingo
(la geografía, como el azar, sabe regalarnos ese tipo de coincidencias).
Entramos a Lajas guiados por la voz del Benny: Saludos para
las Cuevas/ Guayabal y la Guinea/ Pueblo Nuevo se recrea,/ viendo que yo soy
sincero/ que abro mi pecho entero,/ igual que mi corazón/ al gritar con emoción/
orgulloso, soy Lajero, tú ves…”
Traté de hacer tiempo en el andén de la estación. Justó allí
le confesé a mi compañera de viaje que tenía miedo. De ahí en adelante todo
sería mucho más lento. La lejanía también es un temor, pero solo se entiende
una vez que se está a punto de acabar con ella.
4 comentarios:
Gracias Camilo por estar de regreso y traer contigo esos jirones de nuestra tierra que nos sirven para revivir. No puedes imaginarte cuanta felicidad-tristeza me trajo la foto del Floridita. Esa estampa la vivi yo con el original. Alli mismo, en esa esquina conocí a Hemingway. Yo era bastante joven , pero ya había leído El viejo y el Mar y a través de Selecciones que recibía mensualmente mi abuelo, conocía de las andanzas literarias del Viejo. Alli, no solo se rodeaba de su Daiquiri, sino ademas, de mujeres fáciles que le hacían difícil su búsqueda de la soledad. Por eso, cuando ya veía doble, regresaba a sus gatos y según cuentan , descargaba sus hormonas. Historias, que pudieran ser ciertas, pero que al menos, llenaron de mito y fábula su vida en Cuba. Me alegro de tu regreso, pues es muy triste levantarse con la sed de leerte y solo encontrar el ordenador con noticias de la bolsa y de la evolución del euro, como la del peso dominicano: En el cachumbambe de la especulacion. Benvenuto!
Esto es una saga memorable. Si hubiera sospechado esto te habría mandado para Cuba antes. Diana es la musa ideal, nunca la pierdas. Te quiere tu padre
Si tienes razón, cuando se está cerca de lo que añoramos es cuando comenzamos a entender la lejanía.
Hermosa forma de decirlo.
Camilito estoy ansiosa porque llegues con tus relatos al Paradero de Camarones.
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