Hace unos días, en Quintas del Bosque, conocí a Flavio Darío Espinal y Minerva del Risco. La conversación dio muy pocas vueltas antes de caer en el padre de Minerva, el poeta René del Risco, un dominicano exageradamente creativo que pasó a toda velocidad por el reino de este mundo.
Ese día le prometí a Minerva que le haría llegar un texto que escribí, a los pocos días de llegar a Santo Domingo, sobre un poema de su padre. Ninguno de los buscadores que tengo a mano dio con él. Al parecer se extravió en uno de los tantos traspasos de computadoras o en uno de esos discos que uno guarda con tanto celo que nunca más da con ellos.
Hace unos minutos, en mi última ronda del día por Facebook, descubrí esta foto en el muro de Minerva. El muchacho de la camisa a rayas y la corbata a la moda (corrían los días finales de 1972) es René del Risco. La muchacha que se deja abrazar y sonríe es Sonia Silvestre. Ella misma acaba de hacerle un comentario a la instantánea.
“Estábamos saliendo de una actividad en el Jaragua. Qué bueno que tienes esa foto, yo creía que se había perdido. Recuerdo que la pasamos súper y a la salida descubrimos que a Tito Saldaña, otro que también se fue del planeta, le habían robado la batería del carro, ¡Qué lío a esa hora y qué risa! Gracias por el recuerdo”, dijo Sonia.
“Ahora estamos frente a otro tiempo/ del que no podemos salir hacia atrás,/ estamos frente a las voces y las risas,/ (…) Debo buscar a los demás,/ a la muchacha que cruza la ciudad/ con extraños perfumes en los labios,/ al hombre que hace vasijas de metal,/ a los que van amargamente alegre a las fiestas”, hubiera podido responder René.
Una de aquellas lunas sobre el Jaragua, la generación de dominicanos que más esperanzas tenía, se daba el lujo de sonreírle a la cámara, eternamente joven, con la inocencia que presume el que no se imagina lo que le espera.
2 comentarios:
Camilo, gracias. Que bueno encontrar a travez de la vida, amigos como tu y como Karyna. Me gusto mucho el estilo que utilizaste en tu blog para hacer el enlace entre la historia contada a travez de una foto y ese marivilloso poema. Un abrazo
Si, esa muchacha que se deja abrazar y sonrie soy yo, que no podía imaginarme que era su último abrazo. Porque como bien dices; sonreiamos con la inocencia y la confianza de quien ni se imagina todo lo que va a pasar.
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