El gobierno cubano ha decidido clausurar las escuelas al campo y los comedores obreros. Como consecuencia de esa medida, desaparecerá uno de los iconos más resistentes de la antropología revolucionaria: la bandeja de aluminio. Muchos de nosotros, los sobrevivientes, le debemos a ella la sobrevida.
Tratando de llegar con el contenido de la bandeja intacto a la mesa, nos graduamos de equilibristas. Aunque los tropiezos también tenían su encanto, porque nos convertían en master blender de las más audaces combinaciones: arroz congrí en almíbar, dulce de leche con frijoles negros o casquitos de guayaba en salsa de macarela.
El sonido de las bandejas mientras se lavaban era la música de fondo de nuestra digestión, una especie de steel band que aún en lo más apartado de los albergues se oía con nitidez. Cuando pienso en la cola del comedor, me vienen a la cabeza cientos de rostros de los que hace muchísimos años no sé nada. Todos ellos compartieron conmigo ese instante fugaz de júbilo incomparable en que por fin llegábamos al mostrador y la tomábamos en la mano.
El golpe de los cucharones contra ella, el rostro sudoroso de las tías y la promesa de un sabor, mitad especias, mitad bauxita, resumían el momento de más gozo en aquella vida que, vista de lejos, se parece más a la de un presidiario que a la de un adolescente.
Aun así no me quejo. La bandeja y yo vivimos momentos demasiado felices como para no lamentar su muerte.
10 comentarios:
Me divierto mucho con tus artículos...tienes una memoria impresionante, y me transporto a esos momentos, la marca de la sardina era macarela. Y las bandejas lavándose... Y sobre todo el olor, el olor de esos comedores ahora me lo hiciste recordar... De pinga!!!
MUY SABROSA TU NOTA, PERO ME ASOMBRA EL MENÚ, LOS INGREDIENTES DEL "BLEND": HAY DEMASIADA VARIEDAD Y EQUILIBRIO ALIMNETARIO.
UN ABRAZO,
Lo que pasa es que ese menú que recuerdas era bien ochentero, que luego el contenido de las bandejas de aluminio se puso mucho más precario. Todavía en nuestra ENA de estudiantes había casquitos de guayaba. En la ENA de profesor, en los noventa, ya las bandejas venían con un potaje transparente, arroz con gorgojos, un trozo de boniato y a veces una mermelada de origen dudoso. En el fondo del período especial, a veces, sólo un poco de congrí. Por ahí por el 94los alumnos - muchos del interior, por supuesto - esperaban a que los profesores termináramos, a ver si dejábamos algo. Para el 2000 en algunos sitios ya estaban cambiando a las históricas bandejas de aluminio por plásticas, que ya no sonaban igual y encima, venían con menos comida.
¡Dios!, hacía por lo menos 20 años que no oía-leía la palabra "macarela"...¡cuántos recuerdos se han despertado leyendo éste post!. La bandeja en el seminternado, en la beca, en la universidad, en el comedor del trabajo...DEP.
ME HICISTES RECORDAR AQUELLOS CHICHAROS Y ESOS PESCADOS TIESOS PERO QUE SABIAN A GLORIA.
NILEET
leer sobre ¨las bandejas de alumino¨ me hacen retroceder mas de dos decadas y si cierro los ojos puedo sentir mis manos en ese mar de agua gris lleno de grasas innombrables y muy poco detergente tratando de arrancar algo que nacio para quedarse: la memoria colectiva de una generacion que vive repartida por el mundo.gracias
mario rodriguez.ccs.venezuela
Camilo:
Leo tu Fogonero de hoy y recuerdo un poema de Vitier al que llegué cuando tú mismo me llevaste al día siguiente de su muerte, poema que Pedro Ramón debía tener en cuenta para sus 50 años ¿Y qué?.
Ahí les va:
Estamos
Estás
haciendo
cosas:
música,
chirimbolos de repuesto,
libros,
hospitales
pan,
días llenos de propósitos,
flotas,
vida,
con tan pocos materiales.
A veces
se diría
que no puedes llegar hasta mañana,
y de pronto
uno pregunta y sí,
hay cine,
apagones,
lámparas que resucitan,
calle mojada por la maravilla,
ojo del alba,
Juan
y cielo de regreso.
Hay cielo hacia delante.
Todo va saliendo más o menos
bien o mal o peor,
pero se llena el hueco,
se salta,
sigues,
estás haciendo
un esfuerzo conmovedor en tu pobreza,
pueblo mío,
y hasta horribles carnavales, y hasta
feas vidrieras, y hasta luna.
Repiten los programas,
no hay perfumes
(adoro esa repetición, ese perfume):
no hay, no hay, pero resulta que
hay.
Estás, quiero decir,
Estamos.
Dar por finiquitada la época de escuelas al campo y comedores obreros tiene esa implicación en nuestros recuerdos, que tú haces románticos y yo dramáticos. Yo tropezaba, sí, pero del susto cuando veía los gusanos nadar en mis frijoles-sopa, los que me tendría que comer de todas, todas. Y recuerdo el olor de las bandejas, sobre todo cuando me tocaba fregarlas y no lograba quitar en toda la tarde la grasa de mis uñas y el “tufo” de mi pelo.
Este es el preámbulo de algo que siempre añoramos; y conseguido ahora, sería un desastre para nuestro país: el fin de la libreta de abastecimiento.
Tengo que decirlo, siento un pesar inmenso por el fin de la libreta de abastecimiento, pero sobre todo por los que para acallar la barriga y poder dormir tomaban agua con azúcar prieta y ahora no la tendrán porque ya no se la van a dar en la bodega.
Siento, además, anegarte los recuerdos con los míos, que rezuman tristeza.
Gisela
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Vas bien Camilo! Gracias por este pedazo de la historia convertido en lacerante recuerdo. Creo haber leido todos tus fogonazos, pero este es uno de los mejores. Parece que por aquello de ser patrimonio de una generacion y punto comun de los adolescentes-prisioneros que algun dia fuimos. Repito: ¡GRACIAS!
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