He sido testigo de tantos de esos actos que no pude resistirme a la idea de ver este. Excepto en el verano de 1983, donde estuve entre los miles que acudieron al malecón de Cienfuegos para gritar “¡Viva Fidel!”, he presenciado el resto de esas celebraciones por televisión. Eso me ha permitido apreciar con lujo de detalles la (des)composición de la tribuna.
El de 2009 fue, por ley de la naturaleza, el más decadente de todos. El grupo de familiares de los héroes de la revolución está cada vez más diezmado. Supongo que casi todos han muerto. Los líderes históricos, ya muy ancianos, a duras penas lograron sostenerse en pie mientras duraba el acto cultural y el desfile de discursos. Los invitados internacionales, salvo el pastor Lucius Walker, eran irreconocibles.
El discurso de Raúl Castro fue más predecible y menos esperanzador que nunca. Poco hay que decir de esas torpes palabras donde acabó culpando a los propios cubanos de la hambruna y la miseria que los aqueja. Sólo una frase me quedó grabada en la cabeza y no fue de Raúl sino de Jorge Cuevas Ramos, el primer secretario del Partido en Holguín.
Al hacer uso de la palabra, el dirigente de la provincia donde nacieron los hermanos Castro, admitió que el más grande logro obtenido por su territorio en los últimos meses, son los desvelos que han mantenido sus cuadros políticos ante las adversidades. Cuando perder el sueño se convierte en el sueño, toda celebración es contraproducente.
1 comentario:
Camilo te felicito por tu talento como escritor pero sobre todo por la gracia que tienes para contar este tipo de cosas que parecen aburridas y manidas y sin embargo tú le das una honda diferentes. De verdad este blog es una maravilla.
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