Unos hermanos cubanos que estafaron a la Seguridad Social en Estados Unidos, han protagonizado el mayor escándalo por lavado de dinero en la historia de República Dominicana. En el operativo, encabezado por el FBI, les han incautado apartamentos de lujo, moteles, vehículos y hasta un parque acuático.
Ese episodio, que acapara los titulares de los diarios desde hace más de una semana, me ha hecho pensar en una conversación que tuve recientemente con unos amigos. Como suele suceder cada vez que nos reunimos, acabamos la velada tratando de predecir el futuro de Cuba.
Uno de ellos, el más escéptico de todos, está convencido de que una vez comience el inevitable proceso de democratización, se vivirá una crisis muy parecida a la que se produjo en la antigua Unión Soviética después del “desmerengamiento” (el término es de Fidel, quien acuñó así el fin de aquel estado multinacional).
La hipótesis de mi amigo se sustenta, sobre todo, en que los oficiales desmovilizados de las FAR se aprovecharán de su acceso a los arsenales y de su entrenamiento militar para conformar mafias y fuerzas paramilitares que les aseguren su sobrevivencia en el reordenamiento social que se producirá en todos los niveles.
La hipótesis no es tan descabellada como cree otro de mis amigos. Pero hay un elemento más grave aún que ese. Los que tienen en sus manos la tarea de construir la nueva nación, son los sobrevivientes de la gran crisis de valores que se produjo con el llamado Periodo Especial (eufemismo que también es obra de Fidel). Como dice la canción de Carlos Varela, desde entonces en Cuba todo se roba, todos roban.
No es posible para nadie sostenerse dentro de la Isla sin verse forzado a delinquir de una manera o de otra. No sólo por un problema de sobrevivencia, sino porque la mayoría de las leyes que el Estado ha implantado son tan absurdas que no se pueden cumplir ni siquiera por los propios funcionarios que contribuyen a dictarlas.
En el ingenio Cristóbal Colón, de San Pedro de Macorís, conocí a un consultor cubano que trabaja en la industria azucarera desde hace más de 40 años. Aunque ahora es asesor de importantes consorcios de la Florida, República Dominicana y Centroamérica, toda su nostalgia permanece anclada en un centralito de Matanzas que acaba de ser demolido.
Ese consultor nos contaba, a Luis González Ruisánchez y a mí, que en los ingenios de la Florida ya no pueden emplear a cubanos acabados de llegar de la isla. Ni siquiera le dan trabajo a los que provienen de la industria azucarera de la Isla. “Se lo roban todo −nos decía−, los neumáticos de los camiones, el combustible, las baterías… cargan con todo lo que vean mal puesto”.
Otro amigo, que llegó a República Dominicana hace dos años, se burlaba de mí porque yo había hecho un contrato con una compañía de televisión por cable. Él, en su casa, tiene una “cajita” ilegal. Allá traficaba cualquier cosa para sobrevivir, aquí necesita de la ilegalidad para reafirmarse como “luchador”, ese término que en Cuba se ha convertido en un perverso sinónimo de la palabra emprendedor.
¿Cómo se acostumbraría al cocinero que ahora se roba el jamón de la escuela para venezolanos, a comprar en el supermercado el que comerán sus hijos en casa? ¿Cómo convencer al maquinista de que endulce su café con azúcar de la bodega y no con la que él lleva en su tren? ¿Cómo enderezar la pirámide de los valores después que estuvo invertida durante tantas generaciones?
En muchos de los encuentros donde mis amigos y yo nos convertimos en “futurólogos”, nos preguntamos a menudo cuál será el principal legado de la Revolución. Me gustaría que fuera otro, pero lo que trascenderá de todas las batallas, será la “luchita” de la gente para poder “resolver” aún cuando ya no lo necesiten. Un país donde todo se roba y todos roban por la cultura que ha impuesto la necesidad, tardará varias generaciones en recomponerse.
Por eso es que lo de la “teoría soviética” no es tan descabellado como parece. Nos hicieron a imagen y semejanza de aquella barbarie y podríamos acabar comportándonos de una manera tan bárbara como ellos.
Ese episodio, que acapara los titulares de los diarios desde hace más de una semana, me ha hecho pensar en una conversación que tuve recientemente con unos amigos. Como suele suceder cada vez que nos reunimos, acabamos la velada tratando de predecir el futuro de Cuba.
Uno de ellos, el más escéptico de todos, está convencido de que una vez comience el inevitable proceso de democratización, se vivirá una crisis muy parecida a la que se produjo en la antigua Unión Soviética después del “desmerengamiento” (el término es de Fidel, quien acuñó así el fin de aquel estado multinacional).
La hipótesis de mi amigo se sustenta, sobre todo, en que los oficiales desmovilizados de las FAR se aprovecharán de su acceso a los arsenales y de su entrenamiento militar para conformar mafias y fuerzas paramilitares que les aseguren su sobrevivencia en el reordenamiento social que se producirá en todos los niveles.
La hipótesis no es tan descabellada como cree otro de mis amigos. Pero hay un elemento más grave aún que ese. Los que tienen en sus manos la tarea de construir la nueva nación, son los sobrevivientes de la gran crisis de valores que se produjo con el llamado Periodo Especial (eufemismo que también es obra de Fidel). Como dice la canción de Carlos Varela, desde entonces en Cuba todo se roba, todos roban.
No es posible para nadie sostenerse dentro de la Isla sin verse forzado a delinquir de una manera o de otra. No sólo por un problema de sobrevivencia, sino porque la mayoría de las leyes que el Estado ha implantado son tan absurdas que no se pueden cumplir ni siquiera por los propios funcionarios que contribuyen a dictarlas.
En el ingenio Cristóbal Colón, de San Pedro de Macorís, conocí a un consultor cubano que trabaja en la industria azucarera desde hace más de 40 años. Aunque ahora es asesor de importantes consorcios de la Florida, República Dominicana y Centroamérica, toda su nostalgia permanece anclada en un centralito de Matanzas que acaba de ser demolido.
Ese consultor nos contaba, a Luis González Ruisánchez y a mí, que en los ingenios de la Florida ya no pueden emplear a cubanos acabados de llegar de la isla. Ni siquiera le dan trabajo a los que provienen de la industria azucarera de la Isla. “Se lo roban todo −nos decía−, los neumáticos de los camiones, el combustible, las baterías… cargan con todo lo que vean mal puesto”.
Otro amigo, que llegó a República Dominicana hace dos años, se burlaba de mí porque yo había hecho un contrato con una compañía de televisión por cable. Él, en su casa, tiene una “cajita” ilegal. Allá traficaba cualquier cosa para sobrevivir, aquí necesita de la ilegalidad para reafirmarse como “luchador”, ese término que en Cuba se ha convertido en un perverso sinónimo de la palabra emprendedor.
¿Cómo se acostumbraría al cocinero que ahora se roba el jamón de la escuela para venezolanos, a comprar en el supermercado el que comerán sus hijos en casa? ¿Cómo convencer al maquinista de que endulce su café con azúcar de la bodega y no con la que él lleva en su tren? ¿Cómo enderezar la pirámide de los valores después que estuvo invertida durante tantas generaciones?
En muchos de los encuentros donde mis amigos y yo nos convertimos en “futurólogos”, nos preguntamos a menudo cuál será el principal legado de la Revolución. Me gustaría que fuera otro, pero lo que trascenderá de todas las batallas, será la “luchita” de la gente para poder “resolver” aún cuando ya no lo necesiten. Un país donde todo se roba y todos roban por la cultura que ha impuesto la necesidad, tardará varias generaciones en recomponerse.
Por eso es que lo de la “teoría soviética” no es tan descabellado como parece. Nos hicieron a imagen y semejanza de aquella barbarie y podríamos acabar comportándonos de una manera tan bárbara como ellos.
4 comentarios:
Cuanta razón tienes...
En RD existe una democracia hace ya varios años, nunca he tenido la suerte de trabajar en un lugar donde no se robe, desde un clip, un folder, una botella de aceite, hilo de las zonas francas donde se hacen zapatos, comida de las que se piden al mediodia, medicamentos, suturas, bandejas quirúrgicas enteras, motores de avión....bueno para que seguir. Me dices cual es la diferencia si aquí ya hace mucho tiempo que tienen lo que los cubanos ansian tener. El sustento en el robo, no puede ser, sociologicamente un argumento válido para invalidar (y valga la redundancia) el futuro de otro país.
Conozco gente que han estado en Europa del Este, antes y después y las cosas eran y son diferentes...porqué no serlo para Cuba.
!ay, santisimo, camilo! tiene tanto sentido. tambien puede ser una nueva china, mejor augurio pero malo tambien, o una colonia de la ultraderecha cubana con mucho dinero. el tirano moribundo que me prometi no volver a mencionar no paga lo que le hizo a nuestra isla ni con la muerte tan lenta que esta teniendo.
si, todo se roba. !hasta los espejuelos de john lennon a pesar de el reflector y el guardia con un ak-47. !seguro que es un chichereku!
y la piara de tapieres que mando peru al zoo de la habana, y los medicamentos de limosna/donacion.
bueno, el ladron mayor es aquel, que se robo un pais.
Crees tú que los cubanos sean los únicos en tener en su casa cajitas clonadas del cable?Será también este un invento de los desvalorizados cubanos?
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