Nadie le creía a Alexandr Solzhenitsin cuando denunció el horror de los campos de concentración y las cárceles de la Unión Soviética. Importantes intelectuales y escritores, procurando justificar sus filias con el régimen socialista, le dieron la espalda y trataron de restarle valor a sus obras.
Alejo Carpentier fue uno de los que denostó a Solzhenitsin cuando el escritor ruso publicó El Archipiélago Gulag en 1973. Esa obra, junto a Un día en la vida de Iván Denisovich (1962) y El primer círculo (1968), revelaba al mundo los horrores de las prisiones de trabajos forzados en Siberia.
Alexandr Solzhenitsin vivió más que el estado que lo condenó y lo privó del derecho a su patria. Sus verdades también se impusieron a las mentiras, la cobardía y la mediocridad de los que le acusaron. Nadie le creía, pero sus palabras quedaron como un testimonio que la ignominia ya no podrá borrar nunca.
Alejo Carpentier fue uno de los que denostó a Solzhenitsin cuando el escritor ruso publicó El Archipiélago Gulag en 1973. Esa obra, junto a Un día en la vida de Iván Denisovich (1962) y El primer círculo (1968), revelaba al mundo los horrores de las prisiones de trabajos forzados en Siberia.
Alexandr Solzhenitsin vivió más que el estado que lo condenó y lo privó del derecho a su patria. Sus verdades también se impusieron a las mentiras, la cobardía y la mediocridad de los que le acusaron. Nadie le creía, pero sus palabras quedaron como un testimonio que la ignominia ya no podrá borrar nunca.
1 comentario:
Nosotros, todos, también sobreviviremos. Por ley elementalde matemáticas y biología. Pero miralo a él, denunciaba los horrores, pero creyó siempre en su terruño. Ahí murió.
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