La frontera física entre República Dominicana y Haití apenas está delimitada. En muy pocos sitios puede distinguirse dónde se acaba un país y dónde empieza el otro. Quizás el punto más claro es ese puente que cruza el Masacre entre Dajabón y Quanaminthe. El resto de la línea divisoria tiene que suponerse por la densidad de la vegetación o por unas marcas cada vez más borrosas.
Sin embargo hay otra frontera, la cultural, que muchas veces resulta infranqueable. Demasiados prejuicios y malas intenciones han impedido por siglos el reconocimiento mutuo y orgánico de dos de las identidades más diversas del Caribe.
Por eso resulta tan loable el hecho de que República Dominicana celebrara el primer centenario de Jacques Romain. Gobernadores del rocío es la novela más universal que se escribió en la isla de La Española en el siglo XX; reconocer a su autor de este lado, es afirmar que las cosas más perdurables son indivisibles.
Sin embargo hay otra frontera, la cultural, que muchas veces resulta infranqueable. Demasiados prejuicios y malas intenciones han impedido por siglos el reconocimiento mutuo y orgánico de dos de las identidades más diversas del Caribe.
Por eso resulta tan loable el hecho de que República Dominicana celebrara el primer centenario de Jacques Romain. Gobernadores del rocío es la novela más universal que se escribió en la isla de La Española en el siglo XX; reconocer a su autor de este lado, es afirmar que las cosas más perdurables son indivisibles.
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