Este año está lleno de números redondos para Gabriel García Márquez. El hombre que usa los sacos más horrorosos del mundo acaba de cumplir 80 años, hace 60 que publicó su primer cuento, 40 que terminó Cien años de soledad y 25 que recibió el Premio Nobel y lo llevaron a conocer el hielo, pero en Estocolmo.
Multitudes de latinoamericanos se refieren al Gabo como si lo conocieran personalmente y recitan sus páginas de memoria. Por eso es que ahora nadie quiere quedarse fuera de todos esos cumpleaños. Aracataca y el hombre que convirtió a ese polvoriento pueblo en esa denominación de origen llamada Macondo que sirve para clasificar al triunfo del surrealismo en América Latina, son de nuevo el foco de atención de todos.
Ya los críticos han comenzado a practicarle la autopsia a la obra entera de Gabriel García Márquez y los jóvenes escritores del continente procuran librarse de su fantasma para poder tener voz propia. Y es que Cien años de soledad, más que una novela, ahora es parte esencial de nuestra memoria colectiva. Más que un libro de cientos de página, la obra parece ya un vallenato, un bolero o una bachata que aparece por todas partes y se escucha de generación en generación.
Multitudes de latinoamericanos se refieren al Gabo como si lo conocieran personalmente y recitan sus páginas de memoria. Por eso es que ahora nadie quiere quedarse fuera de todos esos cumpleaños. Aracataca y el hombre que convirtió a ese polvoriento pueblo en esa denominación de origen llamada Macondo que sirve para clasificar al triunfo del surrealismo en América Latina, son de nuevo el foco de atención de todos.
Ya los críticos han comenzado a practicarle la autopsia a la obra entera de Gabriel García Márquez y los jóvenes escritores del continente procuran librarse de su fantasma para poder tener voz propia. Y es que Cien años de soledad, más que una novela, ahora es parte esencial de nuestra memoria colectiva. Más que un libro de cientos de página, la obra parece ya un vallenato, un bolero o una bachata que aparece por todas partes y se escucha de generación en generación.
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