25 marzo 2007

Esperando por nosotros

Hace unos días, para tratar de combatir la epidemia de impuntualidad que azota al Perú, el Presidente de la nación andina prometió que no volvería a llegar tarde a ningún compromiso (no se ha informado en qué ha quedado el asunto, aunque se sabe de ante mano que los presidentes latinoamericanos suelen ser más incumplidores que impuntuales).
Conozco a alguien que detesta esperar, lo puso entre los primeros renglones de una singular lista de odios (lo cual no garantiza que no haga esperar a otros). El escritor Javier Cercas, mitad en broma, mitad en serio, propuso recientemente que se reinstaurara el paredón en España, pero única y exclusivamente para los que llegan tarde. “Lo sé: algún buenista objetará que la pena de muerte es una medida desproporcionada. No lo es, porque los perjuicios de la impuntualidad son inconmensurables”, sostuvo Cercas.
He leído tanto esta frase, que ya no sé de quien es: vivir consiste en esperar. Muchas veces no reconocemos que las esperas son inútiles o, lo que resulta mucho más desconsolador aún, no sabemos para qué esperamos. Nosotros, la ciudad, el país, el continente… todos esperamos, a todos nos esperan y lo más probable es que nadie llegue a tiempo.

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