23 marzo 2018

Un tranvía llamado Lisboa

Nunca me he subido a un tranvía. Es más, jamás he visto uno en persona. Sin embargo, tengo un raro sentimiento de pérdida acerca de ellos. Eso se debe a tres escenarios: una calle de Cienfuegos, un viaducto inconcluso en las afueras de mi pueblo y una poceta donde me bañaba de niño.
En la intersección de las calles Santa Cruz y DeClouet aún sobrevive un cambiavía. Era de la Cienfuegos, Palmira and Cruces Electric Railway and Power Company. Empotrados en los adoquines, los rieles avanzan en dos direcciones hasta que el asfalto se los traga.
Entre 1913 y 1954, los cienfuegueros disfrutaron de uno de los mejores servicios de transporte urbano que ha tenido Cuba. 12 vagones, fabricados por J. G. Brill en Filadelfia, y 15, fabricados de St. Louis Car en Saint Louis, los llevaron por Reina, Punta Gorda, La Juanita, Pueblo Nuevo y Caonao.
El servicio alcanzó a llegar al central Hormiguero y la intención era extenderlo a Cruces y Cumanayagua. Esa es la razón por la que en las afueras de mi pueblo hay un viaducto inconcluso y una excavación que acabó llenándose con el agua de un arroyo. Le que llamábamos El Tranvía y era nuestro balneario.
Alejandro Aguilar y Marianela Boán me trajeron un pequeño tranvía de su reciente viaje a Portugal. Lo he puesto sobre uno de los pedazos del andén de Camarones que me traje para Santo Domingo. En ese vagón amarillo volveré a mis escenarios perdidos.
He conseguido un mapa. Al menos en el viaje de ida no tendré pérdida.


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