En 2011, pocos días después de que Diana y yo nos conocimos, nos fuimos a darle la vuelta a Cuba. Le mostré mi Habana y mi Paradero de Camarones (aunque mi casa ya tenía un candado en la puerta y no pude mostrársela por dentro).
Luego también reconocimos mi Manicaragua, Hanabanilla, El Nicho, Cumanayagua, Cienfuegos y Santa Clara. Su Santiago de Cuba y El Cristo, el pueblo donde se quedó su infancia. Catorce años después, nos hemos dado cuenta de que aquel no fue un viaje de regreso sino una despedida.
La inmensa mayoría de los sitios que visitamos y las personas con las que nos vimos ya no están. Eso hace que los textos escritos entonces mantengan su vigencia y tengan un nuevo sentido. Ahora sólo se puede repetir ese viaje a través de las palabras.
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