Bajo ella acamparon la colonia,
la república
y la actual situación.
Vieron irse a los españoles
y llegar a los cubanos.
Oyeron al primer tren
y al último.
Por la calle de piedras
que la flanquea
desfiló cada bando
una vez conseguida
la redención.
Fue sombra de misas,
declaraciones
y repudios.
Soportó ciclones
devastadores,
el socavón
de una vivienda,
carteles
a favor
y en contra,
banderas
propias y ajenas,
miserias, desamor
y excrecencias.
Verán irse a los cubanos
y llegar
a los que finalmente
se queden
con el país perdido.
Ahí estará,
en pie,
cuando ya no exista
San Juan de los Yeras.
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