En
las afueras de Yaguaramas,
justo
detrás del monumento
donde
ondea
una
bandera vieja, rota,
juraron cosas
que duraran toda la vida
y pudieran olvidarse
unos pocos meses después.
Como
Henry Reeve,
se
ataron de la montura
y empezaron a galopar
en dirección a la batalla.
Desnudos,
acostados
sobre la tierra
donde
se quitó la vida
el
jinete americano,
combatieron cuerpo
a cuerpo con la inocencia.
Nunca
se supo lo que hicieron,
jamás
se lo contaron a nadie.
Todo
se quedó allí,
en
las afueras de Yaguaramas,
justo
detrás del monumento
donde
ondea
un país viejo, roto.
un país viejo, roto.
*Mi último año de bachillerato lo cursé en el Instituto Pre Universitario en el Campo (IPUEC) Eusebio Sánchez. Todavía en Google Earth se aprecian sus ruinas. Está en El Guanal, una remota comunidad de Cienfuegos que queda en el borde oriental de la ciénaga de Zapata. Para llegar hasta allá, había que pasar por el monumento a Henry Reeve (1850- 1878), un joven norteamericano que llegó a ser brigadier del Ejército Libertador. Aquel sitio, rodeado de cañaverales y cercado por la maleza, fue testigo de amores eternos que solo duraron hasta el fin de curso. Este viejo poema, escrito probablemente en la Escuela de Arte de Cubanacán, trata de eso.
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