29 agosto 2016

Con Juan Gabriel, debajo de un puente

Los campesinos villareños, una enorme provincia que tuvo Cuba en su mismo centro, solíamos amanecer en los carnavales de los pueblos que nos rodeaban. Íbamos en trenes, guaguas, camiones o carretas tiradas por tractores. Volvíamos como podíamos, incluso a pie si las circunstancias así lo requerían.
En Cienfuegos, Sagua la Grande, Palmira, Cruces, Cumanayagua, Manicaragua, Ranchuelo, San Juan de los Yeras, Potrerillo, Santa Isabel de las Lajas y San Fernando de Camarones aprendí a beber cerveza en pergas, bailé como un buey cansao, traté de caminar para atrás como Michael Jackson y desnudé a mis primeras novias.
En los años 80, en un meandro que hace el río Caonao antes de llegar a San Fernando de Camarones, construyeron una base de campismo popular. Cuando uno se registraba, le daban una lata de leche condensada, dos de carne rusa y una botella con jugo de manzanas búlgaras.
Allá por el año 84, un grupo de amigos del Paradero de Camarones alquilamos allí una cabaña. Justo al lado, se hospedó un grupo de Cruces con el que iba una ruda, pero bellísima rubia. Aún cuando el Chiqui y Alexis me advirtieron que ese era el camino más largo para asegurar una compañía aquella noche, decidí correr el riesgo.
Tuve éxito, pero hasta cierto punto. Entonces yo era un fanático incondicional de Silvio Rodríguez y la rubia prefería a José José. Mientras le hablaba con metáforas rebuscadas, ella se remangaba el abrigo (era febrero, hacía frío) y se encorvaba para disimular sus enormes senos. Imitaba a la perfección cada gesto del cantante mexicano.
Pronto me di por vencido y no hablé más. Me concentré en tratarle de sacar el mayor provecho posible a la noche de los camaroneros ausentes. Acabamos debajo de un puente de hierro sobre el que pasaban interminables trenes de caña.
Cuando por fin nos desnudamos, ella empezó a cantar rancheras de Juan Gabriel.
Ese es el recuerdo más viejo que me queda del gran artista que la cultura latinoamericana acaba de perder. Mientras escuchaba a una ruda y bellísima rubia gritar “queridaaaaa…”, tuve una de mis primeras crisis de identidad.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

muy bueno. cuantas historias parecidas alrededor de estos idolos musicales de antaño, cursis pero recordados sin duda.

Napo6137 dijo...

jajaja...Camilazo, me has hecho recordar aquellos carnavales ochenteros de noches de juerga interminable. Excelente como siempre. Gracias!

Anónimo dijo...

Amigo Venegas, hace un tiempo leo su blog y quiero felicitarlo por su trabajo. Aunque no nos conocemos personalmente creo que tenemos varias cosas en común: un amigo llamado Renay Chinea,el gusto por los Ferrocarriles, ambos nacimos en en mismo lugar pues El Paradero de Camarones y Cruces no tienen un límite definido y somos de la generación del 67, 68 y 69 por lo que ya rondamos los cincuenta. Le escribo para recomendarle una gran película que acabo de ver con mi esposa Damarys (ella es de Balboa). El filme se llama: The Railway Man, del director Jonathan Teplitzky y es del 2013. Quizás ya la han podido ver. Mis otros gustos andan entre el fútbol, La Literatura y los Libros, el Rock and roll y el cine. Saludos de Ernesto