María tenía cinco años cuando llegué a su vida. La primera vez me miró con recelo. La segunda, me dio un beso. La tercera, un beso y un abrazo fuerte. Ya tiene 10 años y dice que cuando está conmigo no le teme a nada.
El sábado pasado yo iba subiendo por un estrecho tablón a la parte alta de la cabaña que estamos construyendo, cuando oí que Diana gritó asustada; María venía detrás de mí. Una de las cosas que más disfruto es verla andar por el campo, subiendo lomas o explorando cañadas.
Poco a poco, le he ido regalando palabras de mi infancia campesina que ella ahora usa a menudo. Todas las noches se mete en nuestra cama hasta quedarse dormida, entonces yo la llevo cargada para su habitación. En el camino, siempre se despierta, me da un beso y me dice que me quiere mucho. Cuando llegamos a su cama, le digo "¡Entra, guabina*!" y, mientras la arropo, ella se vuelve a dormir con una sonrisa cómplice.
A veces, cuando vamos camino a la loma, ella se pone a identificar árboles y cada vez que acierta me mira para que yo me sienta orgulloso. Y en verdad lo estoy, porque sé que algunas de las cosas que le he enseñado le servirán para ser útil y buena. Ella, a cambio, me hace feliz todos los días.
El sábado pasado yo iba subiendo por un estrecho tablón a la parte alta de la cabaña que estamos construyendo, cuando oí que Diana gritó asustada; María venía detrás de mí. Una de las cosas que más disfruto es verla andar por el campo, subiendo lomas o explorando cañadas.
Poco a poco, le he ido regalando palabras de mi infancia campesina que ella ahora usa a menudo. Todas las noches se mete en nuestra cama hasta quedarse dormida, entonces yo la llevo cargada para su habitación. En el camino, siempre se despierta, me da un beso y me dice que me quiere mucho. Cuando llegamos a su cama, le digo "¡Entra, guabina*!" y, mientras la arropo, ella se vuelve a dormir con una sonrisa cómplice.
A veces, cuando vamos camino a la loma, ella se pone a identificar árboles y cada vez que acierta me mira para que yo me sienta orgulloso. Y en verdad lo estoy, porque sé que algunas de las cosas que le he enseñado le servirán para ser útil y buena. Ella, a cambio, me hace feliz todos los días.
*"La guabina" es una antigua guaracha que Cheo Portal Nodal cantaba, acompañado por una pita y una lata, en las estaciones de trenes de Las Villas. Yo me la aprendí por mi abuelo:
La mulata Celestinale ha cogido miedo al mar,
porque una vez fue a nadar
y la mordió una guabina.
Entra, entra, guabina,
por la puerta de la cocina.
Dice doña Severina
que le gusta el mazapán,
pero más el catalán
cuando canta "La guabina".
Entra, entra, guabina,
por la puerta de la cocina.
Ayer mandé a Catalina
a la plaza del mercado
que me trajera dorado
y me le dieron guabina.
Entra, entra, guabina,
por la puerta de la cocina.
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