Nací
y crecí en un país donde la gente, en lugar de pedir deseos, se trazaba metas. Había
metas desde una semana hasta un año, incluso por todo un quinquenio (los que
solían ser grises o negros, dependiendo del nivel de optimismo de cada quien). Para
bien o para mal, me quedé con esa cultura.
Ayer
en la tarde nos reencontramos con Alejandro Aguilar y Marianela Boán, quienes
por fin volvieron a Santo Domingo después de pasarse el fin de año en Las
Terrenas. Una vez hecho el primer brindis (hicimos muchos, algunos por razones que ya
se me olvidaron), decidimos compartir nuestras metas para el 2016.
La
primera en pedir la palabra fue Marianela. No recuerdo cuáles fueron sus metas
(he descubierto que, de un tiempo a esta parte, los momentos de mayor felicidad
me ponen excesivamente olvidadizo), pero sí retengo algo muy importante que
dijo.
“Nosotros
ya hicimos lo que queríamos a hacer y nuestro ser ya contiene lo que nos falta
por hacer. Lo que falta por hacer ya no es relevante en comparación con lo que
somos. Hay que poner atención al ser, escucharlo, confiar en él y no forzarlo.
Por eso es importante no sobre-atender las cosas que no son esenciales”, mientras
hablaba, iba subrayando el aire con la punta del dedo índice.
Después
de un segundo brindis, Diana hizo notar que ya todos habíamos vivido, con
seguridad, más de la mitad de nuestras vidas. “Justo por eso —interrumpió Alejandro—,
no podemos perder tiempo en cosas de un futuro que no viviremos. Nuestra vida
es esta, nuestro lugar es este”. “¡Disfrutar el aquí, ahora!”, recalcó Diana.
Entonces
pusimos toda la carne que teníamos al asador y dejamos que las metas para el
2016 se elevaran en forma de humo. El próximo ron fue por la alegría de estar
vivos y ser tan jóvenes, aún al borde de los 50 o ya pasados los 60.
2 comentarios:
Eso, a disfrutar como se pueda sin importar lo regados que estemos, que no sabemos si hay chorizo en la otra vida, jajaja.
¡Muchas felicidades!
Por cierto, hace unos años fui a Las Terrenas y me encantó.
Salud !!!!!!!
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