Proyecto presentado por el Ministerio de Turismo para la remodelación de las ruinas de San Francisco, en Santo Domingo. |
(Escrito para la columna Como si fuesa sábado, de la revista Estilos)
Hace
apenas unas semanas, a punta de martillos neumáticos, un grupo de obreros
provocó el desplome de uno de los edificios más valiosos de la Zona Colonial de
Santo Domingo. Trabajaban para hacer que la ciudad fuera más atractiva para los
turistas, pero acabaron destruyendo parte de uno de sus patrimonios.
El
Ministerio de Turismo acaba de sorprendernos con la noticia de que acometerá
una dramática intervención de las ruinas de San Francisco, el primer monasterio
que se construyó en el Nuevo Mundo. Incapaces de construir ideas para
preservarlo, prefieren verter cemento sobre lo que queda de él.
Santo
Domingo ha sido una ciudad incomprendida por muchos, pero nunca la habían
incomprendido tanto como ahora. Por 12 años ha tenido un alcalde que la ha
asumido como un show de televisión (es comediante de profesión) y no como un
espacio para compartir y convivir.
Roberto
Salcedo ha perpetrado parques de muñecos monstruosos, anfiteatros que agreden a
la comunidad, espectáculos de costosísimas luces en un país con graves
problemas de generación y, lo más “genial” de todo, una playa artificial justo
al lado del mar.
Como
si las bromas de mal gusto del Alcalde ya no fueran suficiente, el Ministerio
de Cultura se empeñó en “restaurar” la Puerta del Conde, uno de los símbolos
más emblemáticos de la ciudad. Varios camiones de cemento después, lo único que
lograron fue que el monumento quedara irreconocible.
Ahora,
cuando un turista busque los escenarios de la independencia dominicana, en 1844,
alguien tendrá que explicarle que ese muro mal maquillado esconde en su
interior parte de la historia que él busca.
Conozco
a muchos nacidos en Santo Domingo que cuando uno les pregunta de dónde son, se
refieren al pueblo de sus padres y no a la ciudad donde han vivido desde que
llegaron a este mundo. Moca, Puerto Plata, Nagua, La Romana, San Juan de la
Maguana, El Seibo o el lejanísimo Vengan a Ver les producen más sentido de
pertenencia que esta gran urbe ocupada por el caos y la indolencia.
Hay
solo dos cosas que logran que los nacidos en Santo Domingo tengan pasión por su
ciudad y acudan en masa a defenderla: los Tigres del Licey y los Leones del
Escogido. Cuando acaba la temporada invernal de béisbol, termina también el
único vínculo emocional legítimo entre Santo Domingo y los que la viven.
La
Academia de Ciencias de República Dominicana ha alertado que el proyecto
contratado por el Ministerio de Turismo para la restauración de las ruinas de
San Francisco, “violenta e irrespeta en muchos de sus planteamientos las
recomendaciones de la UNESCO para intervenir sitios que están declarados
Patrimonio Mundial”.
Si
las Ruinas de San Francisco estuvieran en París, el debate ya fuera global.
Pero como están en Santo Domingo, no ha pasado de Twitter y de algunos medios
noticiosos que se apropiaron del tema desde la red social. Todo parece indicar
que el desastre será inevitable y que tendrá consecuencias aún peores que el
saqueo de Francis Drake en 1586.
Hace
unos años, circuló de manera viral un video donde la hija del Ministro de
Turismo se hacía las fotos de sus 15 en el Salón de las Cariátides del Palacio
Nacional, uno de los espacios más solemnes de la República. ¿Será que su padre quiere
sorprenderla con un nuevo escenario para las fotos de su boda?
No hay comentarios:
Publicar un comentario