Diario de Cuba (DDC) acaba de cumplir 5
años. No quiero que se siga alejando la fecha sin darle las gracias por
escrito, desde el andén de El Fogonero, a
todos los que permanecen atrincherados en uno de los últimos reductos del
periodismo cubano.
Como
bien reza en el editorial hecho para la ocasión: “A pesar de los ataques
informáticos y mediáticos del castrismo, DDC
ha logrado convertirse en referencia obligada para todos los sectores de
nuestra comunidad transnacional, así como embajadas, cancillerías, e incluso
oficinas del régimen”.
Los
aciertos y la persistencia de DDC se deben en gran medida a Pablo Díaz Espí y
Antonio José Ponte. Pablo es hijo de Jesús Díaz, fundador de varios proyectos
editoriales claves en el último medio siglo cubano. Como su padre, Díaz Espí ha
trabajado (y luchado) desde la pluralidad para mitigar los estragos del
pensamiento único, la censura y la falta de información en Cuba.
Ponte,
uno de los más importantes y consecuentes intelectuales de mi generación, ha
logrado que lo mejor de las letras cubanas actuales publiquen sus inéditos en
DDC. Esto ha multiplicado el valor de la página, porque permite disponer, sin
censuras ni omisiones, de las más recientes creaciones de cubanos casi en
tiempo real.
Sin DDC, el sumidero del periodismo cubano sería
más hondo aún. Hay muchas más razones para felicitar a su equipo por su primer quinquenio
(que espero sea el único fuera de Cuba), pero esa es quizás la más importante.
1 comentario:
Camilo querido: Nos sumamos a la felicitación. Es casi heroico el esfuerzo.
Que tengas una feliz celebración de estos días y un año 2015 pleno de dicha y éxitos.Saludos a tu esposa. Un fuerte abrazo.
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