Este potrero fue un campo de batalla
bajo la llovizna y el frío
del 15 de diciembre de 1895.
El combate apenas duró
un cuarto de hora.
Luego sobrevino
un atroz silencio y al final
el curso impasible de la vida rural.
Un obelisco y las ruinas de un fuerte
tratan de mantener viva
la memoria de la encarnizada pelea.
Pero la gente,
harta de tantas conmemoraciones,
usa el escenario
para comer, bailar o desnudarse.
Mientras tanto
la hierba crece cada vez más alto
y el nombre de los caídos se borra.
En vano trata la patria
de que 119 años
dos cambios de siglo
y uno de milenio
pesen menos que la gesta.
Demasiado tiempo frente a 15 minutos,
que fue todo lo que ocurrió
después que el Generalísimo
levantó su machete
y le pidió al corneta que tocara “¡A degüello!”.
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