12 diciembre 2014

Pensar más y presumir menos

(Escrito para la columna Como si fuera sábado de la revista Estilos)

La música y la conducta de Andrés Calamaro me han servido de inspiración por años. Él es para mí lo que Beny Moré fue para mi abuelo, lo que la Orquesta Aragón para mi padre… y lo que Silvio Rodríguez para mí mismo, cuando yo aún era joven y él todavía no había mutado en ese conservador decadente del que ya no puedo sacar nada.
En las cosas que dice, hace y canta el Salmón, siempre encuentro algo que me sirve de gran provecho. Además de hacer rock and roll, Andrés se debate de manera constante con el mundo que le rodea. Leyendo sus respuestas a un cuestionario que le hicieron a propósito de sus nuevos discos (Jamón del medio y Pura sangre) encontré un párrafo que motivó este texto.
La pregunta (que luego no fue publicada en El País, el periódico que la envió) trataba de saber por qué el autor de “Media Verónica” habla cada vez menos en sus conciertos. La respuesta, obviamente, no cumplió las expectativas del redactor de ‘Espectáculos’ (que generalmente, allá, como aquí y en todas partes, siempre van a lo más banal e intrascendente).
“Sinceramente… porque tocamos —respondió Calamaro— y, la poca prensa que cubre nuestros conciertos evita cualquier comentario musical; jamás mencionan detalle musical alguno, solo reflejan, a duras penas, lo que yo diga, describen al público y hacen algún comentario sobre mi vestuario. Eso si se molestan en ofrecerme una crónica, porque en los periódicos no hay sección de crítica de discos ni conciertos. Los especialistas en música fueron desterrados”.
Hace unos días, en la sección de cultura de un matutino dominicano, una crónica y una entrevista usaron la frase “desnudó su alma” como titular ¡en la misma página!. El primero de los dos ‘striptease emocionales’ se refería al concierto de Pedro Guerra en Hard Rock Café. Hubiera bastado ponerle un mínimo de atención a sus canciones para sacar una idea mejor.
Las redes sociales han elevado a la máxima potencia al narcisista que todos llevamos dentro y apenas dejan espacio para las ideas. La prensa, cautiva de las crisis que le ha generado la web 2.0, trata de imitar esa conducta. Por eso ahora los periódicos se pueden leer con una sola mano y sin levantar la vista de la taza de café.
En una época donde las tendencias cambian cada tres meses y se hace cada vez más difícil atreverse a ser uno mismo. En tiempos donde la gente anda uniformada, con el mismo peinado y la última temporada de la tienda de moda, la única manera de tener cabeza propia es pensar más y presumir menos.
A Andrés Calamaro le llaman El Salmón por su incorregible manía de ir contra la corriente. En eso también me gusta imitarlo. Aun cuando no siempre consiga salirme con la mía, me produce una gran satisfacción el solo hecho de haberlo intentado. La última portada de “Pura sangre” —por ejemplo— hace alusión a las corridas de toros, las cuales defiende a cuenta y riesgo de ser marginado. Se niega a ser políticamente correcto si en ello le va su brutal honestidad.
Cada vez, con más frecuencia, encuentro en mí signos de vejez. Uno de ellos es mi rotunda negación a seguir una moda. Los trending topic son importantes, pero no lo son todo. A veces unos pocos seguidores en Twitter, que sean capaces de interactuar, discutir y reflexionar contigo, valen muchísimo más que millardos de acéfalos.
Sin embargo, cuando estoy encerrado dentro de mi carro y pongo al Salmón, rejuvenezco de una manera increíble. Por más que me duela la espalda y mi cuerpo suene como los ejes de la carreta de Atahualpa, salto como un niño cuando repito el estribillo: “Siempre seguí la misma dirección, la difícil, la que usa el salmón”.

4 comentarios:

Mario Rivadulla dijo...

MUY BUENO CON MAYUSCULA.
UN ABRAZO.

Anónimo dijo...

Lindo, a lo Calamaro.

Unknown dijo...

... algun lugar encontraras... No desmayes!!

Anónimo dijo...

El 12 de diciembre de 2014 fue un día especial...