01 noviembre 2013

La quinta pared

Alejandro Aguilar permaneció en la acera con los brazos cruzados. El aire frío de la mañana habanera circulaba a sus espaldas. Cuando por fin pudo reconocer la casa, hizo una rara expresión de dolor. “Es ahí, tiene que ser ahí”, dijo sin atreverse a señalar, tratando de que su voz hiciera la parte del dedo índice.
Andábamos por la calle Calzada, en El Vedado, y de pronto advertimos que estábamos en el lugar donde había vivido Marianela Boán. El elegante caserón, construido en el amanecer de la República, había quedado desfigurado después de un largo viaje hacia la noche de la pobreza.
En ese portal, en el último año de la década del 80, una decena de espectadores esperaba a que una bailarina le abriera la puerta de su casa. Al pasar, descubría en escenario en el lugar de la sala. Era una de las funciones de La cuarta pared, la obra dirigida por Víctor Varela que significó un antes y un después en la historia del teatro cubano.
Pero ahí adentro sucedió algo aún más importante: Marianela y Alejandro descubrieron que se amaban y que pasarían el resto de sus vidas juntos. Después de varios ciclones y una terrible inundación, lograron mudarse a un apartamento con vistas al mar.
Al marcharse dejaron todos sus recuerdos colgando de las paredes. Justo por eso Alejandro no reconocía la casa. Una quinta pared, construida por la fuerza destructiva de la miseria, no le permitía ver la puerta, la ventana y el cielo demasiado raso de la barbacoa.
Nunca tendrá una tarja, es probable que el día menos pensando acabe derrumbándose. Pero no olviden que esa casa, aunque les parezca irreconocible, cambió la historia del teatro cubano y albergó a dos de los mejores amantes que ha tenido la isla.
Solo por eso merece que siga siendo lo que era, al menos en nuestra memoria.

5 comentarios:

Unknown dijo...

Touche, hermanito!!! Nos dejaste sin palabras...

Susy Caula dijo...

¡Hermoso!

Lilo Vilaplana dijo...

Camilo, cuanto dolor. Que hermoso describes la destrucción, el olvido y la nostalgia. Que desamparó.

Bernie Miranda dijo...

Muy triste, pero hermoso.

La Rusa de Baracoa dijo...

La Habana es tóxica, a mí me hace daño. Prefiero construirme una propia con los insumos más nobles. La real, la innegable, es ese pozo sin fondo. Yo estuve en esa casa y no logro encontrar ni una sola referencia que me la recuerde.