Los dos últimos caudillos del Caribe tenían muchas cosas en común,
quizás por eso se profesaron una mutua y silenciosa admiración. Se dice,
incluso, que ambos mantenían en sus respectivos gobiernos un personero que se ocupaba
de establecer los contactos.
Joaquín Balaguer se definió a sí mismo como “un cortesano en la
era de Trujillo”. Se las arregló para mantenerse vigente en la vida política de
República Dominicana hasta su último aliento. Por tal de asegurar el poder, los
dos partidos mayoritarios del país siempre tuvieron que ir hasta su casa de la
Máximo Gómez para “amarrar la chiva”.
Fidel Castro se hizo cargo (y se cargó) la segunda mitad del siglo
XX cubano. Su revolución tuvo varios disfraces (primero nacionalista, luego
marxista y al final martiana), pero nunca fue otra cosa que un inviable
disparate unipersonal que quebró todos y cada uno de los huesos de la nación.
En su primer viaje oficial a Santo Domingo, lo primero que hizo
Fidel fue visitar a Balaguer en su casa. Llama la atención que, un hombre tan
cuidadoso con los símbolos, estrechara la mano de Joaquín (así le llamó más de
una vez) antes que la de Juan Bosch o la de Francisco Peña Gómez.
La últimas imágenes de ese naufragio en el que se ha convertido Fidel
Castro, me recordaron mucho al Joaquín Balaguer que alcancé a conocer cuando
llegué a República Dominicana. Aunque ya estaba ciego, usaba pañales y apenas
podía levantarse, todo candidato a lo que sea y del partido que fuera se
apresuraba a retratarse con él.
En la prensa se publicaron fotos realmente patéticas, donde
Balaguer llevaba los pantalones casi a la altura del cuello, sin poder mirar a
ninguna parte, conteniendo a duras penas el hilo de baba. Doblado hasta la
altura de un pionero de 7 años, Fidel Castro no pudo disimular su avanzada
senilidad ni siquiera en la transcripción taquigráfica del Consejo de Estado.
Fidel y Balaguer tenían una última cosa en común. A ninguno de los
dos le interesó nunca asegurar una fortuna personal. Ambos llevaron un modo de
vida austero, sobre todo si se compara con todos los recursos que manejaron
durante tanto tiempo. Más que el dinero, les interesaba el poder en su estado más
absoluto.
Nadie fue capaz de quitárselo nunca. Solo la
naturaleza pudo con ellos.
3 comentarios:
Querido Camilo: Cuando hace bastante tiempo le comenté a amigos cubanos que nunca había conocido dos personajes más afines que Balaguer y Fidel pensaron que yo estaba desvariando. Lo cierto es que los unió el mismo cordón umbilical que tú señalas: la obsesión del poder. Por eso se llevaban tan bien.
En lo que no estoy de acuerdo es en la austeridad. Balaguer lo era hasta un grado de tacañería.
En cambio, a Fidel no le ha preocupado hacer fortuna porque la ha tenido toda en su mano y la ha
usufructuado. Un abrazo.
Bordadito te quedó eso, Asere.
TIQUITI!!!! EXCELENTE!!!!!!
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