(Escrito para la columna Como si fuera sábado, de la revista Estilos)
Santo Domingo no ha tenido mucha suerte con las canciones. A la capital de los dominicanos no le han dedicado tantas melodías célebres como a San Juan o a La Habana. Los cantores de este país han preferido para inspirarse el paisaje de los campos y el sabor de la gente de los pueblos.
Santo Domingo no ha tenido mucha suerte con las canciones. A la capital de los dominicanos no le han dedicado tantas melodías célebres como a San Juan o a La Habana. Los cantores de este país han preferido para inspirarse el paisaje de los campos y el sabor de la gente de los pueblos.
A Santiago, San Pedro de Macorís, Villa Vázquez, Yamasá o Juan
Gómez se le ha cantado más que a la Capital. De no ser por la “Luna sobre el
Jaragua”, algunas crónicas de Juan Luis y una que otra pieza efímera, el
inmerecido anonimato de la ciudad fuera aún más grande.
El día que oí por primera vez “Santo Domingo despierta”, de Janio
Lora, subí unas largas escaleras para mirar a la ciudad desde bien alto. Siempre
he desconfiado de los himnos, prefiero creer en las canciones que son cantadas
como si lo fueran. Ese rock and roll es una de ellas.
“Están gozándose nuestro trabajo/ y nos quejamos con la boca
cerrada./ Votamos por nuestros asesinos como si nada./ Vives pagando lo que te
roban,/ los niños ruedan por las cunetas/ cambiamos todos los ideales por
botellas./ Pero despierta, Santo Domingo, despierta…”, casi grita Janio.
El domingo 11 de noviembre, desde una calle aledaña al Parque
Independencia, Mario Dávalos hizo una foto de Santo Domingo despertándose. Más
de siete mil dominicanos habían acudido a una convocatoria que solo circuló en
las redes sociales.
Poco minutos después, alguien estableció una curiosa analogía. En
su muro de Facebook puso la fotografía de la marcha del “DomingoDeLuto” (así se
le llamó a la convocatoria), junto a la de otra manifestación en el mismo
lugar, pero en los años 60 del siglo pasado.
Por primera vez en décadas, la ciudadanos que viven en Santo
Domingo marchaban de manera voluntaria y sin que ningún interés político los movilizara.
Pero al dejar claro su rechazo a la Reforma Fiscal que procura rellenar un
escandaloso hoyo financiero, lograron algo aún más importante.
En el Parque Independencia, Santo Domingo le demostró a Janio Lora
que se había despertado. Y cuando las ciudades responden las preguntas que les
hace una canción, entre las dos entonan algo que ya será muy difícil de
olvidar.
Joaquín Sabina describió un Madrid que ahora reconocemos por sus estrofas.
Montevideo era una ciudad que cada vez escuchábamos menos antes de que Jorge
Drexler comenzara a decir su nombre. El Buenos Aires de Charly García, Fito
Páez y Andrés Calamaro puede vivir sin el de Carlos Gardel.
Las canciones logran algo que los edificios, las avenidas y los
puentes no consiguen. La memoria de las ciudades necesita ser cantada para que
no se olvide. Cada generación precisa de un melodía que le recuerde el espacio donde
vivió y compartió lo que luego será su nostalgia.
Una de las obras más conmovedoras de Juan Luis Guerra describe la
demolición del antiguo Hotel Jaragua: “Le dién dinamita/ to’ el pueblo lo sabe/
la Luna reía/ los buenos no caen./ Le dién dinamita,/ lo dije, compadre/ por
más que le dieron/ Jaragua no cae”.
Entre ese “Réquiem…” de Guerra y el rock de Lora hay un diálogo.
Ambas composiciones se basan en dos momentos graves de la historia nacional y,
encima, le ponen música al descontento de la gente. Juan Luis alaba la
capacidad de resistencia, Janio reclama una reacción.
Por eso sospecho que los dos durmieron felices el domingo 11.
Aunque sigue siendo una ciudad de caos, ya sabemos que no amanecerá muerta.
¿Verdad, Janio?
1 comentario:
Excelente tu reflexión en torno a las canciones de las ciudades... No conocía la canción de Jairo, pero la busqué en youtube...
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