No recuerdo haber tocado en esa puerta nunca. Hasta donde me
alcanza la memoria, siempre la encontré abierta. Entraba por ahí como si
hubiera llegado a mi propia casa. Dentro siempre me esperaba Gaby, el mejor
compañero que encontré en mi pueblo para salir de cacería y compartir las
presas.
Cuando uno de los dos conseguía una novia en un pueblo
vecino, le buscaba una al otro para hacer los viajes juntos en una misma bicicleta.
Sé que en el fondo no le gustaba Silvio y se aburría muchísimo con Serrat, pero
delante de mí disimulaba y llegaba hasta tararearlos.
Gaby se reía de cualquier cosa, hasta de él mismo. Recuerdo
que un día un camión lo atropelló y lo lanzó por los aires a una altura
increíble. Cuando cayó, molido y con una vértebra rota, soltó una carcajada
para decir que era el primer cosmonauta del Paradero de Camarones.
Esta vez la puerta estaba cerrada. Después de tocar muchas
veces salió Estrella, la madre de Gaby, mi maestra de quinto grado. En un
sillón, viendo los muñequitos, había una niña preciosa.
—Ella es la hija de tu hermano Gaby —me dijo.
No hablamos nada más de él. Siempre van a sobrar los motivos
para recordarlo vivo, pero en ese momento la única manera de hacerlo era no
mencionarlo. Eso fue lo que hicimos. El abrazo que nos dimos dijo todo lo que
había que decir.
4 comentarios:
Lindo encuentro.
Gracias y bendiciones.
Están los que esperan el regreso y los que agotada la paciencia deciden marchar.
Un abrazo.
Gino.
SOLO UN COMENTARIO, DESDE DONDE QUIERA QUE ESTE GABY ABRAZO TU REGRESO.
Mi maestra de sexto grado.
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