Como nacimos y crecimos en un país que se ha pasado medio siglo haciéndole preguntas a los muertos, mi generación acabó desarrollando un raro reflejo incondicionado. Cada vez que se producía alguna atrocidad a nuestro alrededor, alguien preguntaba si hubiera ocurrido de estar vivo tal o más cual mártir.
Los héroes muertos nos inspiraban más confianza que los dirigentes vivos. Al menos sus estatuas ya no podían decepcionarnos o, lo que es peor, traicionarnos. Luego, cuando perdimos la inocencia, también logramos deshacernos de esa perversa iconofilia que nos habían inculcado. En mi caso, una de las cosas que más me ayudaron a pensar de otra manera fueron las canciones de Lennon.
Llegué a tener una libreta donde pegué las poquísimas fotos suyas que llegaron a mis manos (la prensa cubana evitaba lo más posible cualquier referencia al ex Beatle) y pésimas traducciones de sus letras hechas por nosotros mismos (auxiliados en un diccionario inglés-español que había en la biblioteca de la escuela).
Mis recuerdos del año 1980 son otros. No tengo claro cuánto tardé en enterarme de que a Lennon lo habían matado de cuatro disparos en la espalda. Pero cada 8 de diciembre sufro un raro sobrecogimiento. Siempre que llega este día, como la ingenuidad de un niño, me pregunto cuántas cosas serían diferentes si Lennon viviera.
3 comentarios:
Certero, como siempre, para encontrar la sintonia con nosotros, los de entonces, que ya no somos los mismos...
Que bueno que tambien tenemos esto en comun. Long live Lennon in our lonely hearts.
Caramba Camilo me duele la ignorancia que intentaron inculcarte (nos). Que bueno que logramos (ste) sacudirte (nos) tanta injusticia. Hoy Lennon descansa sus nalgas en el banco de un parque en la Habana. Yo de verdad deseo que finalmente “descansen” los que injustamente intentaron inculcarnos (te) la ignorancia.
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