Hasta el día en que leí el primer poema de Sigfredo Ariel, yo creía que los grandes versos eran una tarea exclusiva de seres inmortales. Para mí, hacer poesía era un oficio reservado para unos pocos elegidos: Walt Whitman, W. B. Yeats, T. S. Eliot, Arthur Rimbaud, César Vallejo, Jorge Luis Borges y dos o tres criaturas más que atesoraba debajo de mi colchoneta, en la litera del albergue de la Escuela Nacional de Arte.
Una tarde, camino del comedor, iba de la mano con Dania Andrés cuando ella me habló del novio de su hermana. “Es de Las Villas, como tú, y también escribe poesía”, me dijo. Por instinto de conservación, minimicé sus palabras. Pero ella no le hizo caso a mi indiferencia y abrió un cartucho donde había un dulce de guayaba y dos o tres poemas mecanuscritos.
Fui uno de los últimos en comer ese día. No sé cuántas veces leí cada unos de aquellos versos y cuántas me pregunté por qué no se me habían ocurrido a mí. Años después, tuve la fortuna de convertirme en uno de sus amigos y de disfrutar de ese raro espacio donde Sigfredo Ariel rehace la cubanía a partir de discos rayados, frases olvidadas y rones de la más oscura procedencia.
En 1989, durante una gira que hicimos por toda Cuba con el pianista Víctor Rodríguez, detuvimos la guagua frente a la casa de los padres de Sigfredo Ariel. Estaba justo al borde de uno de esos arroyuelos que hieren a Santa Clara en todas direcciones. Ahora que lo pienso, los encontramos en esa misma pose que tienen en la foto.
La única diferencia es que él estaba en camiseta y ella en bata de casa. En la Cuba de la que hablo, ya era impensable una botella de Pedro Domecq; pero todavía quedaba Ron Decano y “las fiestas más bien íngrimas” del atardecer. Hoy, cuando Sigfredo colgó esta imagen en Facebook, recordé todo lo que acabo de contar y muchísimas otras cosas que no cabrían aquí, pero que llevaré conmigo por donde quiera que vaya.
7 comentarios:
asi que el sigfre y el camilo conversando a mis espaldas...! linda foto, por cierto, ya saben que me gustan las memorias...
Y yo. Que también tuve la dicha de compartir con él esos espacios más bien maravillosos, aunque entonces, tal vez, no lo parecían tanto. Sigfredo es un poeta a la altura de los que mencionas, un ser inmortal.
Yo también llevo su luz y su olor por dondequiera que vaya. Porque también tuve la dicha de compartir con él esos espacios más bien maravillosos, aunque entonces, tal vez, no lo parecían tanto...
Te acompaño en eso, Odette.
Calida y hermosa resena! Gracias, Camilo.
Pedro A Assef
Gracias por tan hermoso post en los cuales recordaste a los leones. Como comprenderás, no tengo muchas palabras para decirte cuánto me emocionó, porque me emocionó de verdad. Aquí te mando una foto de la imprenta de mi papá (Impresos Ideas "las mejores ideas para impresos"). Advierte el texto del cartel que está, junto a Martí, sobre el archivo. Mi padre es el del tabaco.
Te quiere mucho,
Sigfre
Me he emocionado con esta relectura de nuevo, Compay que en el 2011 muchas cosas como estas le alumbre. Salud
JC Recio
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