Luego, cuando fuimos creciendo, exploramos cada uno de aquellos túneles que soportaban hasta el peso de los trenes. Allá abajo libramos combates interminables con tira chapas. Divididos en bandos irreconciliables, vencimos todas las emboscadas que nos tendió la inocencia. Gracias a esa guerra de guerrillas, fuimos descubriendo misterio tras misterio.
En un pueblo tan pequeño la oscuridad siempre es un lugar seguro, lo mismo para morirse discretamente, como para poner un huevo o amar a la mujer del prójimo. Debajo del andén sucedía un Paradero de Camarones paralelo al que había en la superficie.
Allí mi abuela Atlántida escondió los adornos del arbolito cuando Fidel prohibió las Navidades. Allí aparecieron todas las pelotas que se nos habían perdido y demasiados secretos inconfesables. Por eso muy pocos se atrevían a mirar por aquellos agujeros negros. Por el bien de todos, cada quien prefería que cada gemido se mantuviera sin explicación.
4 comentarios:
Estás hijo mío con la escritura en ristre, y disparas y disparas, y trato de no envidiar eso, pero llego a desear plagiarlas, porque tienen la costura de las cosas atemporales que alumbran cualquier oscuridad, es genuino, porque incluso, alumbras en la oscuridad del alma. A veces me parece que Camarones es de otro mundo, y otras sé que es tan real como las palabras que te inspiran. Esto es de agradecerte.
¡Qué texto más cojonudo. Un abrazo!
Estimado Camilo,
Mis felicitaciones por tu columna "Sábado al Fin" en el periódico HOY. Para mí constituye una guía interesante sobre lo que hay que ver, escuchar y leer. Tu propuesta es refrescante , entretenida e inteligente. Te auguro muchos éxitos.
Saludos,
Wao...ya quisiera yo poder escribir así, poder comunicar así.
Eres grande.
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