los péndulos me dan náuseas.
Aún así, siempre tuve deseos de entrar
en uno de aquellos columpios de madera
que se movían al final de las tardes
en los portales de los pueblos.
Allá, en el de Luzbel Cabrera,
Aracelita sostenía la noche fría
y sin fin del Paradero de Camarones.
Siempre quise sentarme a su lado
y recitar un verso de Yeats en voz alta.
Pero Aracelita jamás me hubiera entendido
y los péndulos me dan náuseas.
Nunca aprendí a mecerme si perder el equilibrio.
2 comentarios:
Bello, bello, qué más pedir.
¿Arecelita es real o es un personaje ficticio? ¿Es alguién del Paradero de Camarones de verdad? ¿Quién fue antes de ser parte de tu poema?
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