El día que llegó la primera fotocopiadora a Sterling Cooper, la agencia de publicidad donde trabajan la mayoría de los personajes de la serie Mad Men, todos admiraron al aparato con el mismo asombro que vieron a Neil Armstrong caminar por la Luna. Eran los fabulosos 60, la década que más nostalgia ha producido, pero al desnudo, como si todas sus seducciones, secretos, euforias y miserias cupieran en una vitrina.En Sterling Cooper fuman y beben a toda hora. Tanto las malas noticias como las buenas se acompañan con un whisky a las rocas. Don Draper, el genio creativo de la agencia, ha inventado tantos mundos, que se vio forzado a inventarse a sí mismo, robándole la identidad a un compañero de trincheras durante la guerra. “El amor es una cosa que creamos los publicistas para vender medias de mujer”, dijo en uno de sus tantos arranques de lucidez.
En un principio se pensaba que esta serie no sería tan exitosa. Los capítulos son lentos y sólo se oye música si uno de los personajes la pone en el tocadiscos. HBO llegó a rechazarla antes de entender su genialidad y cederle sus horarios estelares. Desde entonces, el equipo de realización ha ganado tantos Globos de Oro como clientes los personajes en el set de la agencia.
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