I.
Piedra
a piedra,
unos
pasos más allá
del
sitio donde
en
verdad
ocurrió
el combate,
el
monumento
cede a la tremolina
y
se
desmorona.
El antiguo
polvo
se
esparce
sobre
la tierra vacía
para
que los muertos
se
sigan muriendo.
II.
Los
huesos sin nombre
detrás
de un vidrio empañado.
Los
nombres desnudos
delante
de las cenizas anónimas.
La
tarde inundada
por
el aguacero
que
cayó horas después,
durante
la noche más larga
del
siglo pasado.
La madrugada
que sobrevino
cuando
los huesos,
los
nombres, el agua
y
todas las cenizas
se
convirtieron
en
un botín de guerra:
150 fusiles máuser,
60 rémington,
6 cajas de municiones,
los caballos de los oficiales
y de la tropa,
las acémilas,
los equipos, el botiquín
y la bandera*.
III.
Ahora
esto no es un obelisco,
ni el
potrero
que
se nubló
de
espanto
cuando
aquellos
negros
en harapos
gritaron
“¡Viva Maceo!”.
Tampoco
el fortín
donde
nuestros
antepasados
se
rindieron
a
las cuchilladas
y el
arbitrio del vencedor.
No
calamos las bayonetas
ni
tocamos a degüello,
solo
escapamos,
cañaveral
adentro,
hasta
estar seguros
de
que nadie nos veía.
Para
que te quitaras la blusa
grité
“¡Al Machete!”.
Un
tren de caña pasó pitando,
como
si anunciara
al
mundo pacífico
nuestro
desastre en Mal Tiempo.
Nunca
pude decir
si
caímos junto a los héroes
o
del lado de los cobardes.
*Miró Argenter, José: Crónicas de la guerra. Editorial Letras Cubanas, 1981. Pág. 210.
5 comentarios:
Genial Camilo, bello poema. Cuantos recuerdos acuden a mi memoria, muchas visitas como pionero que ese monumento. Un saludo
Muy bonito, y con mucho sentimiento.
Guajirito, guajirito, que poema más bonito. Huuummm, tú debiste ser un fenómeno en esos municipios de Dios. Ya te imagino.
Camilo, veo que tenemos en común varias cosas, como cruces, la ENA, el teatro. me alegro por tu blog y agradecido que cualquier lo enlaces al grupo de facebook. Un saludo
Excelente, todavía estoy caminando por tu blog.
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