El 24 de diciembre un grupo muy diverso de cubanos (tanto por las profesiones como por las ideas) cenamos en casa de Pedro Ramón López. Había sociólogos, comerciantes, periodistas, pedagogos, médicos, abogados y artistas, entre otros. Salvo el escritor Pablo Armando Fernández, todos estamos afuera desde hace varios años. Pero esa lejanía de al menos un lustro (en el mejor de los casos) no impidió que nos pasáramos la noche entera hablando de Cuba.
Ya en la sobremesa, cuando parecíamos alegres de verdad (siempre he desconfiado del júbilo que presume la gente por estas fechas), alguien hizo una pregunta: −¿Valió la pena la Revolución? Casi nadie pensó su respuesta y tres o cuatro hablamos a la misma vez. Muchos dijimos que no, otros dijeron que sí y sólo algunos reunieron el pudor o la prudencia suficiente como para no opinar.
Cuando ya cada quien había dicho lo que pensaba, Iván Pérez Carrión se acicaló la barba y levantó su dedo índice: −Cuba sólo necesitaba un gobierno decente −dijo y terminó un largo trago de añejo. Después de esa frase cambiamos de conversación. Alguien elogió el congrí, otros alabaron el cerdo, el pavo o el ceviche y casi todos nos abalanzamos sobre los flanes y las torrejas.
Ya en la sobremesa, cuando parecíamos alegres de verdad (siempre he desconfiado del júbilo que presume la gente por estas fechas), alguien hizo una pregunta: −¿Valió la pena la Revolución? Casi nadie pensó su respuesta y tres o cuatro hablamos a la misma vez. Muchos dijimos que no, otros dijeron que sí y sólo algunos reunieron el pudor o la prudencia suficiente como para no opinar.
Cuando ya cada quien había dicho lo que pensaba, Iván Pérez Carrión se acicaló la barba y levantó su dedo índice: −Cuba sólo necesitaba un gobierno decente −dijo y terminó un largo trago de añejo. Después de esa frase cambiamos de conversación. Alguien elogió el congrí, otros alabaron el cerdo, el pavo o el ceviche y casi todos nos abalanzamos sobre los flanes y las torrejas.
2 comentarios:
Vamos, los invito a este ejercicio. Como los buenos ensalmos, no cura pero nombra el milagro que cada cual concibe. Y ya eso es algo. Saludos,
Ay, Camilo... cuánto disfruto leerte. Por favor, revélame algo. Es seguro que Pablo Armando se calló. ¿O no?
Un saludo desde Cuba.
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