En verdad no es noticia que Fidel se diga y se contradiga. Eso es algo que él siempre ha manejado a su antojo y según las circunstancias. En los años 70, por ejemplo, no se cansó de repetir que los soviéticos eran los "buenos" y los chinos los "malos". Una década después, invirtió los papeles y lo hizo con total naturalidad. "Abrázame mi China y no me dejes solo", cantaba Frank Delgado por aquella época.
Pero la semana pasada, con sólo dos días de diferencia, el Comandante se apresuró a advertir que “como te digo una co, te digo la o”. Desde hace dos meses, y ante las claras evidencias encontradas en la computadora de Raúl Reyes, el líder guerrillero abatido en territorio ecuatoriano, Hugo Chávez ha cambiado radicalmente su discurso sobre las FARC.
El presidente venezolano ya no reclama que se les deje de considerar una banda terrorista y, cada vez que puede, les pide a los miembros del Secretariado que liberen a los secuestrados y negocien la paz. Es entendible, teme que las pruebas contundentes en su contra sean utilizadas por Colombia, por Estados Unidos o por la cada vez mayor oposición interna.
Fidel, como era de esperarse, apoyó indirectamente a su títere predilecto en una de sus Reflexiones. En “La historia real y el desafío de los periodistas cubanos”, el líder convaleciente fue inesperadamente crítico con la guerrilla marxista que hoy sobrevive del tráfico de drogas y la extorsión: “Nunca debieron ser secuestrados los civiles, ni mantenidos como prisioneros los militares en las condiciones de la selva. Eran hechos objetivamente crueles. Ningún propósito revolucionario lo podía justificar”.
En ese mismo texto, Fidel recuerda otras guerrillas que florecieron por América Latina en otras circunstancias, como queriendo sugerir que ya no es el momento de mantener ese tipo de lucha. Eso fue el 3 de julio a las 4:26 p.m. El 5 de julio, a las 8:12 p.m., con apenas 50 horas de diferencia, el Comandante “recogió pita” y se apresuró a aclarar que aunque criticó “los métodos objetivamente crueles del secuestro”, no estaba sugiriendo a “nadie que deponga las armas”.
Ese pa’ lante y pa’ tras es el tipo de malabares que el caudillo se ve obligado a hacer para no descuidar su imagen de “líder continental”, por un lado, sin dejar de asegurar el suministro de petróleo a la refinería de Cienfuegos, por el otro. Más sabe el diablo por viejo que por revolucionario.
Pero la semana pasada, con sólo dos días de diferencia, el Comandante se apresuró a advertir que “como te digo una co, te digo la o”. Desde hace dos meses, y ante las claras evidencias encontradas en la computadora de Raúl Reyes, el líder guerrillero abatido en territorio ecuatoriano, Hugo Chávez ha cambiado radicalmente su discurso sobre las FARC.
El presidente venezolano ya no reclama que se les deje de considerar una banda terrorista y, cada vez que puede, les pide a los miembros del Secretariado que liberen a los secuestrados y negocien la paz. Es entendible, teme que las pruebas contundentes en su contra sean utilizadas por Colombia, por Estados Unidos o por la cada vez mayor oposición interna.
Fidel, como era de esperarse, apoyó indirectamente a su títere predilecto en una de sus Reflexiones. En “La historia real y el desafío de los periodistas cubanos”, el líder convaleciente fue inesperadamente crítico con la guerrilla marxista que hoy sobrevive del tráfico de drogas y la extorsión: “Nunca debieron ser secuestrados los civiles, ni mantenidos como prisioneros los militares en las condiciones de la selva. Eran hechos objetivamente crueles. Ningún propósito revolucionario lo podía justificar”.
En ese mismo texto, Fidel recuerda otras guerrillas que florecieron por América Latina en otras circunstancias, como queriendo sugerir que ya no es el momento de mantener ese tipo de lucha. Eso fue el 3 de julio a las 4:26 p.m. El 5 de julio, a las 8:12 p.m., con apenas 50 horas de diferencia, el Comandante “recogió pita” y se apresuró a aclarar que aunque criticó “los métodos objetivamente crueles del secuestro”, no estaba sugiriendo a “nadie que deponga las armas”.
Ese pa’ lante y pa’ tras es el tipo de malabares que el caudillo se ve obligado a hacer para no descuidar su imagen de “líder continental”, por un lado, sin dejar de asegurar el suministro de petróleo a la refinería de Cienfuegos, por el otro. Más sabe el diablo por viejo que por revolucionario.
No hay comentarios:
Publicar un comentario