Álvaro Cortina cuenta en El Mundo lo que ha contado Tennessee Williams en sus memorias. Cortina empieza por el final, por el único suceso de su existencia que no pudo contar Williams: el momento en que el escritor se atragantó con el tapón de sus barbitúricos.
“Decenas de marineros, militares, escritores y jovencillos anónimos van pasando por sus habitaciones de hotel de Nueva Orleans, Nueva York, Los Ángeles, Boston, Chicago, Marruecos, por su residencia de Cabo Hueso, por sus suites francesas o romanas”, cuenta el periodista del escritor.
“Un tal Ángel, un tal Ryan, un tal Santo, ‘la viciosa sureña’, ‘un joven estudiante medio indio’, un joven ‘de grandes ojos soñadores y esbelta figura’, y un interminable etcétera, pueblan sus andanzas libertinas”, continúa.
Pero las líneas más esclarecedoras sobre el contenido del volumen son del propio Tennessee: “Este libro es una especie de catarsis de puritanos sentimientos de culpabilidad, supongo. Todo buen arte es indiscreto. Bien, yo no puedo asegurarles que este libro vaya a ser arte, pero indiscreto tiene que serlo, puesto que trata de mi vida adulta”.
Según Cortina, los apellidos sonoros y celebérrimos de Bowles, Capote, Vidal, Magnani, Hemingway, Faulkner, Visconti, Bernstein, Sartre, Losey, Taylor y Brando son recurrencias constantes en las 400 páginas con las que cuenta la segunda edición de Bruguera, que es la que se comenta.
La crónica termina con una frase de Blanche Du Bois que Tennessee tuvo que decirse a sí mismo cientos de veces: “he confiado en la amabilidad de los desconocidos”. Cerré la página y fui directo a las librerías, pero aún no ha llegado. Esa frustración me hizo escribir estas líneas.
“Decenas de marineros, militares, escritores y jovencillos anónimos van pasando por sus habitaciones de hotel de Nueva Orleans, Nueva York, Los Ángeles, Boston, Chicago, Marruecos, por su residencia de Cabo Hueso, por sus suites francesas o romanas”, cuenta el periodista del escritor.
“Un tal Ángel, un tal Ryan, un tal Santo, ‘la viciosa sureña’, ‘un joven estudiante medio indio’, un joven ‘de grandes ojos soñadores y esbelta figura’, y un interminable etcétera, pueblan sus andanzas libertinas”, continúa.
Pero las líneas más esclarecedoras sobre el contenido del volumen son del propio Tennessee: “Este libro es una especie de catarsis de puritanos sentimientos de culpabilidad, supongo. Todo buen arte es indiscreto. Bien, yo no puedo asegurarles que este libro vaya a ser arte, pero indiscreto tiene que serlo, puesto que trata de mi vida adulta”.
Según Cortina, los apellidos sonoros y celebérrimos de Bowles, Capote, Vidal, Magnani, Hemingway, Faulkner, Visconti, Bernstein, Sartre, Losey, Taylor y Brando son recurrencias constantes en las 400 páginas con las que cuenta la segunda edición de Bruguera, que es la que se comenta.
La crónica termina con una frase de Blanche Du Bois que Tennessee tuvo que decirse a sí mismo cientos de veces: “he confiado en la amabilidad de los desconocidos”. Cerré la página y fui directo a las librerías, pero aún no ha llegado. Esa frustración me hizo escribir estas líneas.
1 comentario:
debe ser una delicia ese libro habría que leerlo sobre un tejado de zinc caliente.
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