José Martí nunca encarnó otro personaje que no fuera el suyo, pero siempre tuvo grandes cualidades histriónicas. Eso le sirvió para comunicarse y entenderse con sus compatriotas donde quiera que los encontrara. En las paredes de la galería Alinka cuelgan varias versiones y apropiaciones de ese personaje plural, múltiple.
El comunicador Pedro Ramón López ha dibujado, copiado, trastocado y reproducido al Apóstol cubano en una serie de obras donde se recompone la historia pictórica y política de su país. El artista utiliza el pincel con la misma libertad y osadía con la que el escritor manejó la pluma. Martí no tenía reparos para contar historias que ya otros habían contado, López tampoco los tuvo para pintar sus historias con cuadros que ya otros habían pintado.
Para el artista hoy, como para el poeta ayer, lo importante es el mensaje. Con esa excusa le “roba” un fondo a Wifredo Lam, una trama a Amelia Peláez o un cuerpo a Egon Schiele. “Cuba y Martí en el ojo del huracán” no es la obra conclusa de un artista que perseguía imágenes rotundas, es más bien el proceso de trabajo de un comunicador al que las palabras no le fueron suficientes y tuvo que seguir diciendo cosas a como diera lugar.
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