Durante un buen tiempo tuve el privilegio de comer, al menos tres veces por semana, con Marcio Veloz Maggiolo. Además de Marcio, en la mesa siempre estaba Pilito Vega. El escritor, el museógrafo y yo siempre escogíamos un lugar apartado en el comedor de León Jimenes, en Santiago, para poder conversar tranquilamente.
Recuerdo que un día le dedicamos toda la sobremesa al arte de la conversación. Pilito, que es un devoto de Borges, citó algunas frases del poeta argentino sobre el tema. Marcio recordó algunos de los grandes conversadores que había conocido y reconstruyó, con lujo de detalles, un delicioso diálogo que sostuvo durante horas con Alejo Carpentier.
William Faulkner se burlaba de ciertos escritores franceses, asegurando que preferían contar sus libros en lugar de sentarse a escribirlos. “Una buena conversación debe ser como un libro que sólo podemos leer una vez”, nos dijo Marcio, mientras se levantaba de la mesa y se guarecía otra vez debajo de su gorra de bolchevique.
Probablemente él no recuerde esa frase, pero yo la anoté en cuanto volví a mi mesa de trabajo. Ayer la reencontré buscando otra cosa y por eso estas líneas.
Recuerdo que un día le dedicamos toda la sobremesa al arte de la conversación. Pilito, que es un devoto de Borges, citó algunas frases del poeta argentino sobre el tema. Marcio recordó algunos de los grandes conversadores que había conocido y reconstruyó, con lujo de detalles, un delicioso diálogo que sostuvo durante horas con Alejo Carpentier.
William Faulkner se burlaba de ciertos escritores franceses, asegurando que preferían contar sus libros en lugar de sentarse a escribirlos. “Una buena conversación debe ser como un libro que sólo podemos leer una vez”, nos dijo Marcio, mientras se levantaba de la mesa y se guarecía otra vez debajo de su gorra de bolchevique.
Probablemente él no recuerde esa frase, pero yo la anoté en cuanto volví a mi mesa de trabajo. Ayer la reencontré buscando otra cosa y por eso estas líneas.
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