El Concurso “¡Qué Viva el Merengue!” seleccionó hace algún tiempo el Traje Oficial Nacional Dominicano. Transcribo parte del texto que describe la indumentaria: “La mujer lleva tocado que reproduce la flor nacional de la caoba y argollas en cuerno de toro, que evocan el hato ganadero. (…) El hombre lleva botones de ámbar, alforzas superpuestas, cintas con los colores nacionales, un pañuelo azul en el bolsillo trasero y la clásica leontina”.
Sin lugar a dudas se trata de un estereotipo que ignora a buena parte de las identidades dominicanas y sintetiza, de una manera casi caricaturesca, a una cultura que es mucho más diversa y rica. De ahí que sea tan importante la decisión del Consejo Nacional de Cultura de dejar que sea el uso quien defina cómo visten los dominicanos.
La palabra identidad no es sinónimo de nostalgia, ni es algo estático, invariable y atado obligatoriamente al pasado. Unos jeans hechos en Singapur o un vestido manufacturado en Malasia, hoy pueden ser más dominicanos que esos corpiños y arandelas que ni en los desfiles del carnaval tendrían uso. El traje nacional lo definen todos los dominicanos, día a día, cada vez que salen a la calle.
Sin lugar a dudas se trata de un estereotipo que ignora a buena parte de las identidades dominicanas y sintetiza, de una manera casi caricaturesca, a una cultura que es mucho más diversa y rica. De ahí que sea tan importante la decisión del Consejo Nacional de Cultura de dejar que sea el uso quien defina cómo visten los dominicanos.
La palabra identidad no es sinónimo de nostalgia, ni es algo estático, invariable y atado obligatoriamente al pasado. Unos jeans hechos en Singapur o un vestido manufacturado en Malasia, hoy pueden ser más dominicanos que esos corpiños y arandelas que ni en los desfiles del carnaval tendrían uso. El traje nacional lo definen todos los dominicanos, día a día, cada vez que salen a la calle.
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